martes, 16 de abril de 2013

Frente al espejo


Aquí estoy, saboreando un café y deleitándome con los rayos de sol, que ya con el cambio de estación, puedo disfrutar en mi salón a media mañana.  Acaba de marcharse y aprovecho para asimilar cómo me siento con este nuevo paso, con esta otra que ha aparecido. Ella ha llegado sin avisar y de su mano.

Sus ojos era lo único que miraba de él a través del espejo a pesar de estar desnudo de cintura para arriba. Estaba detrás de mí y apenas me había dado cuenta de cuándo llegó. La discusión había sido de órdago, se nos había ido de las manos, y habíamos dicho cosas por primera vez bastante fuertes. Se había marchado de casa dando un portazo, un golpe que me sobresaltó y fue el resorte que dio rienda suelta a mi llanto. Antes siquiera de que se marchase yo ya me había arrepentido de mis palabras y, conociéndolo, imaginaba que él también. Tras el llanto me metí en la ducha para intentar relajarme y posiblemente el sonido del agua hizo que no le escuchara regresar. Efectivamente, me había relajado, y estaba allí, con tan solo unas braguitas cubriéndome, Sade de fondo y repasando mentalmente la trifulca mientras me desenredaba el pelo mojado cuando su imagen apareció detrás de mí en el espejo del baño. Los ojos le brillaban, quizá yo no era la única que había probado el sabor de las lágrimas.



Dejé mi pelo y nos mantuvimos la mirada, pero no era un reto, era una mirada cargada de disculpas y cariño. Comencé a sentir sus dedos en mi espalda siguiendo algunos regueros de agua que iban dejando las gotas que resbalaban desde mi pelo, y con la sensación del agua en mi piel y las caricias de sus dedos me estremecí un poco. Sus dedos se deslizaron a lo largo de mi cintura, rodeándome hasta abrazarme, mientras los de la otra mano seguían las gotas que caían sobre mis pechos. Empecé a notar frío por la mezcla de mi cuerpo desnudo con el pelo mojado y sentí cómo mis pezones se ponían duros porque al frío se añadía el roce de sus dedos y su piel contra mi espalda. Pero el deseo esa vez vino golpeándome fuerte, no quería dulzura, quería una reconciliación a la altura de la discusión y quería que me follara, que me tomara con fuerza y sin preámbulos.

Se percató del cambio en mi cara, la boca entreabierta, los ojos pasando del cariño al deseo y yo vi en los suyos el morbo mientras esbozaba una sonrisa más que traviesa. Mis manos se adelantaron a cualquier reacción suya volviéndose a mi espalda y comenzaron a desabrochar sus vaqueros, sin llegar a bajarlos, deteniéndose antes en comprobar si el morbo de sus ojos iba acompañado por la dureza que yo esperaba en su polla. La acaricié complacida al ver que estaba tan deseosa de mí como yo de sentirla dentro y aún creció algo más mientras mis manos la acariciaban y presionaban a través del pantalón. Sus manos habían bajado a mis caderas y se había separado un poco para que mis manos maniobraran mejor. Sentí mi coño palpitar y la urgencia por sentirla dentro hizo que la liberara de la ropa que la mantenía oculta y le bajé los pantalones pero no me entretuve en bajarlos del todo. Una vez liberada parecía ansiarme tanto como yo a ella y noté cómo se apoyaba sobre mi trasero.

Desde las caderas, sus manos se dedicaron a bajar mis bragas sólo hasta donde lo necesitaban, justo debajo del culo, y metió una de ellas entre mis piernas, creo que con la intención de prepararme para metérmela pero se encontró con mi vulva empapada ya, los labios hinchados. No le di más tregua, bien apoyada en el lavabo le empujé un poco hacia atrás con mi culo y me incliné, ofreciéndome. El efecto fue inmediato, no me hizo esperar más y sentí, encantada, cómo me penetraba. Empujé de nuevo, fuerte para que no hubiera dudas, quería que me follara fuerte, quería sentirlo bien adentro, y agarrado otra vez a mis caderas me dio lo que sin hablar le había pedido.
Sólo entonces dejé de mirarle a los ojos, sólo entonces me permití cerrarlos y dedicarme a sentir, a ir a contratiempo en el vaivén, a disfrutar y escuché mis jadeos como si provinieran de otra persona, desde afuera. Empezó a darme tan fuerte que pasé de los gemidos a gritar un poco con cada embestida. Parecía querer partirme en dos. Abrí los ojos y su cara ahora estaba en ese punto que tanto me gustaba, notaba en el culo cómo golpeaba su pelvis (tuve que agarrarme fuerte al lavabo para contener sus acometidas y que me siguiera encontrando en el mismo punto, sin flaquear) y cuando me vio mirarle me palmeó el culo con un golpe seco, corto, de esos que dolían un poco y que conseguían disparar todavía más mis ganas. Comencé a subir el ritmo porque quería más, sentía la boca seca y el corazón se había bajado hasta el clítoris, lo sentía palpitar tanto que dolía.

- Cabrón – le dije.

Y entonces paró. No podía creerlo. Lo que salió de mi garganta fue un sonido gutural entre queja y sorpresa que él acalló poniendo su mano entre mis labios, allí abajo, dejando que se empapara bien de mí y así, con la mano mojada me acarició hacia atrás entre las piernas mientras yo las abría para sentirle mejor. Su mano siguió subiendo y llegó al ano, donde se paró. Mi mirada cambió ahora, sentí temor a expresar algún reparo en voz alta para no romper el hechizo de esa conversación silenciosa que manteníamos y con la otra mano, ahora ya bailando entre mis pechos y mi cintura me pegó de nuevo a él.  No sabía muy bien cómo iba a terminar aquello y me tensé un poco.
Sentí la yema de su dedo gordo, empapado de mí, en aquel agujero que no estaba acostumbrado a que le prestaran atención y la tensión se esfumó. Era deliciosa la sensación de esa yema carnosa allí, jugueteando con entrar. Me incliné más. Quería más.
Se separó un instante para coger posición y sentí su polla dentro otra vez, sin miramientos, casi forzando la entrada a pesar de la excitación. Grité. Le miré porque quería que viera mi cara, mi placer y entonces agachándose un poco, lo dijo.

- Puta.

La mezcla de shock y placer al escuchar la palabra me dejó inmóvil un segundo. Me miraba a los ojos, desenfrenado, golpeando mi culo con su pelvis sin piedad. Yo había seguido jadeando sin ser casi consciente de ello pero había notado dispararse mi lujuria desde que le escuché llamarme puta. Noté que su dedo dejaba ese nuevo pozo de deseo descubierto y sentí algo de pena, bajó un poquito el ritmo ahora, y le vi clavar su mirada en su verga entrando y saliendo despacito de mí. Chupó su dedo meñique y me miró con un “adivina qué” en sus ojos mientras acariciaba con él de nuevo mi ano. Esta vez no se contentó con acariciar y lo metió. No pude seguir mirándolo, la mezcla de los dos placeres era tan intensa y nueva que mi carne reclamaba mi atención. Ni siquiera eran dos embestidas sincronizadas y me estaba volviendo loca. Acaricié mi clítoris y empujé, empujé, empujé…
La intensidad del orgasmo con su dedo en mi culo fue fabulosa. Se percató de que mis piernas flojeaban y me sujetó mientras me daba sus últimas arremetidas antes de correrse.

Una vez que salió fuera de mí, volvió el momento de los abrazos y ese contacto de pieles suave y lleno de ternura al que me tiene acostumbrada. Pero ya no estábamos sólo los dos frente al espejo, esa nueva yo había aparecido nítida, con fuerza y había venido para no marcharse.

2 comentarios:

  1. Empecemos por el prinicpio….UFFFF!!!!!! Mira querida Erica, acabo de leer tu relato, no sé i es verdadero o imaginario, pero eso qué más da, y lo he hecho en medio de una biblioteca con un número indeterminado de personas que a poco que quisieran hubieran podido comprobar mi grado de excitación. Ahora que lo pienso quizá eso aún tiene más morbo….Pero a lo que voy. La confluencia dediscusión- sexo es una mezcla explosiva que catapulta la excitación a lugares insospechados. Tu relato es eléctrico. Ejemplo:


    “Dejé mi pelo y nos mantuvimos la mirada, pero no era un reto, era una mirada cargada de disculpas y cariño. Comencé a sentir sus dedos en mi espalda siguiendo algunos regueros de agua que iban dejando las gotas que resbalaban desde mi pelo”

    Cuando una pareja que comparte sentimientos y sexo, ambos sabemos que no siempre es así, ni aún cuando creemos que así es, se mezclas estados de ánimo que nos arrojan al campo de los deseos estomacales, los primitivos. El deseo manda, el mundo se para, este sí que es ese momento circustancial que nos limita en lo racional y nos deja a la merced de lo que no se cuantifica. Ejemplo:

    “Una vez liberada parecía ansiarme tanto como yo a ella y noté cómo se apoyaba sobre mi trasero”

    MI más enfática enhorabuena por haber ofrecido un relato tan sensual pero sobre todo tan emocional de cuando dos personas se desean por encima de todo.

    Y claro, no olvidemos analizar el momento del arqueologismo anal. Toda pareja de bien, en algún momentos ha de experimentar nuevas sensaciones, nuevos “retos” y soy gran defensor de la liberación de los deseos, y sobre todo cuando menos te lo esperas…. Mira la escena d ela mantequilla en la película de “ El último tango en París” las malas lenguas dicen que no estaba preparado….

    Resumen, gracias y quiero más!, voy al baño de la biblio….

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  2. Mi querido Gafas, saber que lo has leído en una biblioteca, rodeado de gente y con ese grado de excitación.....he de confesarte que me hubiera gustado estar relativamente cerca y espiar tus reacciones :)

    Creo que, independientemente de que haya sentimientos o no entre dos personas que están en un momento de intimidad, si no te dejas llevar por esa parte primitiva que instintivamente sale cuando el deseo se hace presente, te estarás perdiendo parte del aliciente de vivir plenamente.

    Liberación de deseos, nuevas sensaciones, nuevos "retos"......¡por supuesto!, como en cualquier otra parcela de la vida ;)

    Resumen, gracias a tí por tus palabras y espero volver pronto a intentar encandilaros otro ratito.

    PDTA: espero que disfrutaras en el baño......

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