lunes, 2 de marzo de 2015

Cena Casera III

(AQUÍ CONTINÚA Cena Casera II )

Miro la música que hay más a mano entre los CDs y veo a Sade, mi adorada Sade, y cambio la música, casi pidiendo disculpas al tal Andrés Suarez, que suena muy bien, por cierto. Parece que su idea de darme de cenar iba más allá de preparar comida y, la verdad, mi sexo le está mostrando a mis bragas lo contento que está por ello. Dejo que la música de Sade me relaje; parada, de pie, con los ojos cerrados y dejando mi cuerpo balancearse apenas, como un junco con la brisa.
Doy un pequeño respingo al sentir las manos en mis caderas y su cuerpo pegado, moviéndose al compás. Sus pies descalzos le han permitido venir sin anunciarse. Sé que si alargo un poco mis manos hacia atrás tocaré sus muslos, desnudos, pero me concentro en sentirle mientras somos uno en el movimiento. Sus manos se mueven, me acarician el vientre y suben, audaces, en busca de esos montes que esperan con ansia ser alcanzados. Muevo un poco mis caderas, dejando que sienta mi trasero. Se pega más a mí. La boca se abre paso hasta llegar a mi cuello, aún entre el cabello, y su aliento caliente me roza. Aparto a un lado el cabello y su lengua, entre los labios, me recorre desde el hombro hasta detrás de la oreja. Amasa mis pechos por encima de la ropa.

domingo, 1 de marzo de 2015

Cena Casera II

(AQUÍ CONTINÚA Cena Casera I )

Llevaba cinco días bastante enferma, un virus de esos que se había aferrado a mí y no había manera de quitármelo de encima. El médico tuvo que venir a casa. Entre la medicación, la diarrea y las pocas ganas de comer, me encontraba muy débil. La fiebre de los dos primeros días había desaparecido pero apenas salía de la cama. Marcos me llamaba más de una vez al día y, el segundo, me dijo que se pasaría a verme pero en ese momento estaban con los preparativos de la boda y entre eso y el trabajo…en fin, no se pasó.
Ya estaba acostumbrada a no tener a mi familia en la ciudad, pero encontrándome tan mal echaba especialmente de menos tener a Marcos por la casa. Después de esos cinco días en cama, y ya sin fiebre, empezaba a notarme sucia, con el pelo y la piel oliendo a enfermedad. Me estaba planteando levantarme pero no sabía muy bien si comenzar por la cocina y comer algo o el baño y sentir el agua de la ducha, cuando escuché la llave en la puerta…Marcos, sólo él tenía llave.
Durante un instante un sentimiento de rencor, por no haber venido antes, se mezcló con el de agradecimiento. Escuché cacharros en la cocina y, por fin, sus pasos acercándose al dormitorio.

Cena Casera I

Cena en su casa. Llevo una botella de vino que me pidió que no trajera; el traerme sólo a mí misma me parecía, no poco, pero sí algo desconsiderado. Esta situación es nueva. Es viernes, el último de enero, y con las bajas temperaturas de estas fechas, el frío atempera un poco mi cuerpo; un leve hormigueo me recorre entera, entonando la temperatura corporal más de lo que me gustaría. Es Marcos, lo sé, pero justamente por eso, porque esto ya no es como cuando quedábamos a comer pizza y ver una peli.
Marcos y yo nos conocimos el último año de carrera, hace unos años ya, a través de un amigo común, y al poco tiempo éramos íntimos. Desde el principio hubo una complicidad que iba más allá de plantearse nada físico; sí, existió una tensión sexual, pero ambos la ignoramos, especialmente por respeto a Marina, su novia entonces y su mujer después. Él estaba enamorado hasta las trancas y aunque a mí siempre me gustó mucho, lo que me aportaba como amigo pesó más que la hipótesis de un algo.