Voy en el tren escuchando Only you, de The Platters en mi móvil, y miro
pero no llego a ver el paisaje porque no puedo dejar de pensar en la última
sesión de sexo que hemos tenido. Han pasado dos años juntos ya pero estos
encuentros hacen que todavía me sienta como al principio. Aún quedamos de vez
en cuando en alguna habitación de hotel porque nos hace sentir esa sensación de
novedad primeriza.
Escuché el sonido de la puerta al cerrarse…acababa de llegar a la habitación, me había pillado. ¡No podía ser!. Había calculado mal el tiempo y lo que pensé que sería un rico orgasmo, de esos en soledad que apetecen a veces, se estaba convirtiendo en una pillada en toda regla. Incluso me había buscado un vídeo de dos chicas montándoselo que me gustaba ver cuando estaba sola. Intenté ponerme siquiera el pantalón antes de que me encontrara de aquella guisa porque la camiseta no me había molestado en quitármela. Pero…no, no me dio tiempo. Me retrasé cerrando todo en internet. Allí estaba, en el quicio de la puerta, mirándome con una sonrisa entre divertida e incrédula no sólo en sus labios, sus ojos también sonreían. Sorprendida in fraganti, con el pantalón sin terminar de subir y cara de culpabilidad, como una chiquilla pillada en un acto que sabe inapropiado.
-
¿Qué haces? – él tan escueto como siempre.
-
Nada… - sí, no se me ocurrió nada menos tonto que decir.
Podía
sentir perfectamente el calor en mi cara, debía estar roja en ese instante, y
se acercó. Me quitó las manos del pantalón y así, con él un poco bajado, me
acarició la cintura y la tripa con el reverso de sus manos. La piel se
me erizó y él constató que no sólo la piel había respondido a su contacto, mis
pezones parecían aplaudir su cercanía y le daban la bienvenida, puntiagudos,
por debajo de la camiseta. Me besó despacio, saboreando mis labios mientras
acariciaba mis pechos por encima de la ropa. Mi respiración se aceleró y le
agarré el culo arrimándome a él, intentando sentir si también él estaba
excitado. Me había pillado caliente, húmeda ya, y me estaba matando con los
pequeños pellizcos que empezó a darme en los pezones.
Por
un momento me quedé enganchada a su mirada azul intenso, una mirada que puede
atraparte y fulminarte, que transmite inteligencia y viveza. Pero en ese
momento sólo era capaz de ver en ella lujuria. No sonreía, seguía tocándome,
recreándose en jugar con sus dedos resbalando en mi carne, atrapados entre mi
coño empapado y el vaquero.
Sobé
encantada aquel bulto anhelado mientras seguía apretando ese culo que tanto
me gustaba. Le metí la lengua en su boca de nuevo, no aguantaba sentir
únicamente sus manos, y los besos se volvieron tan jugosos como los tocamientos
en mi sexo. Cuando su boca abandonó la mía, se dedicó a acariciarme el cuello,
el escote y fue dejando regueros de piel estremecida mientras su mano continúa
masturbándome incansable, con distintos ritmos. Por un momento necesito
apoyarme un poco en él porque mis piernas, y no a mi pesar, se han abierto
deseosas de más al sentir dos de sus dedos dentro de mí. Así, con mis manos
apoyadas en sus caderas y sus dedos jugando en mi vagina, decide parar y se
separa de mí. Me propina otro beso lento y profundo y me desnuda. No sé muy
bien si seguirle porque desde el desconcierto inicial ando algo lenta de
reflejos, pero no me da tiempo a seguir dudando.
-
Túmbate.
Me
lo dice suave y su voz es sugerente, casi un poco ronca. Me acerco a la cama, a
esa enorme cama de hotel que siempre nos aseguramos tener, y lo veo
desvestirse. Me tiene en ascuas, sobre todo porque no lo veo acercarse y ahora
puedo ver su polla, ya liberada, enorme, tan ansiosa de saludarme adecuadamente
como yo a ella. Me recreo con la vista de su culo mientras se encamina al
sillón que hay en el rincón y adivino que, de momento, no me va a hacer
compañía en la cama. Me levanto. Apenas ha terminado de sentarse cuando ya
estoy frente a él, de modo que así, de pie, me coloco entre sus piernas y lo
veo mirarme mientras se empieza a masturbar.
Me
agacho despacio hasta arrodillarme, le rozo las ingles bajando a acariciarle
allí, entre esas bolas tan preciadas para él y el ano, esa zona aterciopelada
que le vuelve loco, viendo cómo su mano ha conseguido que su glande esté
brillante ya y le dejo seguir mientras me agacho y chupo sólo la punta. Le
miro, me gusta mirarle a los ojos mientras se la chupo y ver cómo le cambia la
mirada y hasta la cara en un gesto lascivo. Noto cómo crece y la meto entera en
la boca disfrutando de que él me deje hacer a mi antojo, acercando mi mano para
que la moje con su boca antes de empezar a masturbarle con ella. Se entretiene
metiéndose un par de dedos en su boca, los lame, chupa, succiona y yo le imito
abajo…le dejo sentir mis labios presionando bien mientras mi lengua le
acaricia. La recorro bien de arriba abajo con mi boca y la noto hincharse, cada
vez más dura, poniéndome con ello cada vez más caliente. Recupero mi mano,
agarrándole desde abajo y con mi boca desde arriba, encontrándose ambas a medio
camino, despacio, saboreándola. No pierde detalle y empieza a jadear, lo que
hace que me ponga más cachonda de lo que ya estaba y le succione con más
intensidad. Entretanto, mi otra mano aprovecha para palpar mi entrepierna
encharcada ya.
Pero
parece querer recuperar las riendas y separa mi cabeza suavemente. Abandono su
erección relamiéndome, sé cuánto le gusta eso, y me premia comiéndome la boca
degustando su sabor. Me susurra al oído, como si alguien pudiera escucharnos, y
me pide que me masturbe para él.
Completamente
desnuda y encendida me voy a la cama...tan excitada que siento mi coño quejarse
por la falta de atención. Palpita, se encoge, empieza a doler. Me coloco a
cuatro patas en la cama, bien abierta de piernas, para que pueda ver bien mi
culo y cómo esa cueva caliente y húmeda que tanto le gusta explorar está con la
entrada hinchada, rebosante. Me deleito en ese momento. Sé que seguramente me
ve las tetas a través del arco de mis piernas, con los pezones picudos.
Le
miro desde aquella postura que me deja exhibiéndome para él y que siempre
consigue elevar mi placer a otro nivel. Y así, bien expuesta, observando
hipnotizada cómo él continúa masturbándose para que su excitación no decaiga,
comencé mi propio camino sin dejar de mirarle y sin dejar de explorarme de
nuevo, una vez más, y sin embargo redescubriéndome de nuevo para él.
Tocándonos,
en la distancia, los únicos sonidos son los de las respiraciones entrecortadas,
aceleradas, cada vez más rápidas. Gemidos. Quisiera tocarle, besarle, que
viniera y me llenara entera mientras sus manos me dictan su ritmo. Mi piel
ruge. Toda ella es un mar, una sola voz que me grita anhelando sentirle.
-
¡No pares! – le escucho decir.
Y
abro los ojos porque no era consciente pero los había cerrado porque mi
maremágnum interno se ha disparado. El lo percibe en la urgencia de mis gemidos
y un segundo después lo noto detrás de mí. Su polla sustituye a mi mano y
siento su erección empapándose en mí. Me pego a él buscando más contacto y me
empuja suavemente hacia adelante. Caigo en la cama.
Una
vez tumbada boca abajo, me acaricia la espalda, las nalgas y me abre de
piernas. Ahí viene, me escucho pensar. Me penetra con un movimiento casi
brusco, con ansia, siento cómo su cuerpo se apoya sobre mí, me aprisiona, no
pudiendo moverme más que apenas un leve movimiento de pelvis, y es lo que hago.
Y así, con él en mis entrañas, llenándome entera, hasta el fondo, comienza su
danza. Entra,
sale. Despacio, más deprisa. Noto su cadera moverse en pequeños círculos y cómo
esa polla que no sólo ha llenado mi coño sino también mi mente, provoca que
sienta llegar el orgasmo…hasta que soy incapaz de pensar más.
También
ahora, en el tren, he cerrado los ojos. Sonrío, como una boba, anhelando ya de
nuevo sus manos, sus miradas, sus besos, su voz.
delicioso relato...
ResponderEliminarbuen relato, si señora
ResponderEliminarUn relato que abre las mieles del deseo y prepara la mente para el sexo. Delicioso es el adjetivo que mejor define esta historia. MAestria para sugerir y destreza a la hora de proponer lo irreal de una manera muy real. ENHORABUENA. he de decir que he tenido una erección con tu descripción, eso vale más que un elogio, así lo veo yo cuando de relatos eróticas se trata. :)
ResponderEliminarQuerido Gafas, no hay mejor elogio. Gracias, DE NUEVO, por leerme, sugerirme y comentarme.
EliminarQue quieres que te diga reina, un beso enorme de P y P
ResponderEliminar¡¡Besos enormes a los dos!!...y hasta alguna palmada en el trasero ;)
Eliminar¡Gracias a todos por comentar!...no os imagináis la vida que me dais con ello.
ResponderEliminarEl único pero que tengo es no haber sido yo quien pillara a la prota. Felicidades, escribir es lo tuyo. Raúl
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias!......no tengo duda de que la prota también se habría alegrado de encontrarte ;-)
EliminarUff ! :)
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