jueves, 15 de agosto de 2013

Cumpliendo deseos



Medio desnuda. Sólo mi quimono corto de seda, el que tanto me gusta llevar en casa, y un pequeño tanga me cubren. Satisfecha. Saciada. Con una sonrisa de oreja a oreja porque aún le tengo en casa, y aunque cansado, sé que todavía está listo para algo más de este juego delicioso al que hemos estado jugando las últimas cuatro horas. Ha llegado después de semanas sin vernos con su misma actitud de siempre, pagado de sí mismo y con esa media sonrisa con la que parece estar guardando un secreto, algo que sólo él decide cuándo mostrar. Siempre me recuerda a un niño juguetón y codicioso que guarda su chocolatina favorita para decidir quién se merece compartirla.


Lo he dejado en la cama ronroneando, sin querer levantarse, perezoso, estirándose como un gato, y yo he puesto música tranquila que me resulta muy sensual, con la que a cada suave movimiento de mi cuerpo la seda me acaricia. Estoy preparando un batido de frutas que nos reponga del esfuerzo, pero mis sentidos están tan alerta que me olvido de lo que escucho sintiendo resbalar el zumo de los kiwis que tengo en las manos. Empiezo a cortar en pedacitos, despacio, para alargar la sensación del líquido resbalando entre mis dedos. Noto sus brazos alrededor de mi cintura y por encima de mi hombro le siento mirar lo que hago, cómo juego tocando la fruta y los regueros del zumo se deslizan bañando mi mano con riachuelos verdes.

El sentirlo pegado a mí me llena de nuevo de esas emociones de las que mi cuerpo sigue bebiendo y disfrutando. La espera fue tan larga que la vibración corporal no termina de decrecer, se mantiene a un nivel que no somos capaces de disimular. Siento sus manos en mis caderas y su boca en mi cuello, intentando imitar con la lengua el efecto del zumo de la fruta en mis manos. Mi respiración se altera y siento mi boca abrirse, casi pidiendo en voz alta mientras cojo la sandía que tengo preparada. El zumo es rojo ahora, noto el líquido entre mis dedos, de nuevo, a la que vez que siento los suyos aflojando un poco el lazo y abriendo lo único que me cubre. Sus brazos me rodean de nuevo, pero esta vez cada una de sus manos se aventura hasta uno de mis pechos. Se posan, acarician, masajean, pellizcan y por un momento dejo mi tarea, me dejo caer sobre él apenas lo suficiente para volver a concentrarme en sentirle.

Se pega a mí y me giro buscando su boca. Vuelve a regalarme sus besos mordisqueando los labios y jugando un poco con su lengua. Aprovecho que está zalamero para jugar un poco con la fruta que tengo en las manos y meto un trocito de sandía entre nuestros labios. Los dos mordemos, hasta chupamos un poco intentando evitar el desperdicio del zumo pero no es posible y la risa se mezcla con las lenguas y la sandía. Me gira del todo y decide disfrutar del trozo de fruta que aún sostengo, aunque no sabría decir si en ese instante le gusta más la fruta o mi mano pues va lamiendo mis dedos, sujetándolos, mientras va deshaciendo la fruta en su boca y su lengua se encarga de limpiarme despacito, saboreando cada pequeña parcela de piel. Me ha buscado la mirada, esa mirada que me suele hipnotizar, con la que siempre consigue ponerme algo nerviosa, y que me reta esta vez.

Me dejo hacer mientras su otra mano me abre más el kimono, mete un poco los dedos por debajo de la tela y la va desplazando dejando al descubierto el pecho a la vez que se desliza hacia abajo erizándome la piel y consiguiendo que los pezones reaccionen. Libero mi mano y le beso, le como la boca mientras le sujeto con fuerza la nuca y él sigue acariciando el cuerpo que ha dejado expuesto. Siento su abrazo, piel con piel desde el pecho a los muslos. Me abre, se pega más a mí y le siento empalmado mientras los besos van cargados de lujuria, impaciencia. Con voz entrecortada y llena de deseo le susurro que necesito sentirle dentro de mí pero a su lado perverso siempre le gusta llevarme la contraria. Sin deshacer el abrazo me lleva a pasitos cortos y con calma hacia la cama pero en cambio el ritmo se aviva, las respiraciones se aceleran y las manos parecen volverse locas recorriendo los rincones que empiezan a conocer. Caemos sobre la cama y me ayuda a quedarme desnuda mientras siento su boca en mi cuello, invitándome a enloquecer un poco más. Se coloca encima y sigo dejándome hacer, con curiosidad por sus próximos pasos…

Apoyado en la cama me besa en los labios, su lengua baja hasta mi cuello y sigue hasta llegar a mis pechos, mis pezones, mientras sólo su pelvis con la polla dura se apoya sobre mí. Me derrito otro poquito más y me retuerzo débilmente debajo de él empezando a sentir dolor en mi coño completamente excitado ya. Aprovecha para restregarse contra mí y dejar que su sexo se empalme más.

- Espera  – me dice, y yo asiento obediente.

Le veo acercarse a mi percha a descolgar uno de mis pañuelos, el que llevaba cuando nos encontramos hace unas horas, y no puedo evitar que mi yo más travieso deje ver una sonrisa pícara en la comisura de mi boca. Me venda los ojos y a partir de ese instante mi mundo, privado de uno de sus sentidos, alerta a los demás dejando que mis oídos y mi piel como avanzadilla se abran a recibir cualquier cosa en la que se quiera recrear con mi cuerpo.
Morcheeba sigue sonando de fondo, sus manos me recorren, bajan despacio hasta mi vientre y con la piel estremeciéndose le siento llegar a mis ingles. Me tortura evitando mi sexo. La cama cede un poco y sus manos me abren. La venda no parece ser suficiente, mis ojos se cierran reclamando a los oídos información, pero antes de que ésta llegue su aliento me recorre por encima del tanga. Pega su nariz, me huele y me lame antes de suspirar dejándome sentir de nuevo su aliento caliente. Me abro, me expongo, le acaricio la cabeza, la cara, pero decido olvidarme de él. Parece disfrutar así, sin necesidad de mi atención, mi cuerpo ya le habla por mí calando ese trozo pequeño de tela que sigue lamiendo, arrancándome así los primeros gemidos.

Juega un poco y abandona mi coño para pedirme al oído que no me mueva de donde estoy. Abandona mi cama y por unos instantes sólo puedo sentir el deseo reptando por mis entrañas. Aguzo el oído intentando adivinar qué hace y escucho sonidos de armarios en la cocina…apenas le percibo cuando vuelve, descalzo como va. La cama me avisa de nuevo y no sé si en realidad me relajo porque ha vuelto a mí o me tenso de manera gozosa imaginando las mil y una cosa que me gustaría probar con él. Algunos pequeños sonidos, casi sordos, me cuentan que me prepara algo.

Me apoya los pies en la cama quitándome el tanga y consiguiendo que el morbo y la desazón me invadan. Siento su mirada clavada en mí. Me acaricio las tetas jadeando, necesito más, pero no lo pido, contengo las ganas dejándolas salir a poquitos, disfrutando cada pequeño roce que noto de sus manos. Me pellizco los pezones y mi pelvis comienza a tener vida propia. Siento sus piernas apoyadas en la parte interna de mis muslos, debe haberse arrodillado y sus dedos recorren esa raja que está abierta de par en par esperándole. Un par de ellos se detienen en mi clítoris apretando con mucha suavidad. La punta mojada de su verga me recorre desde abajo hasta mi clítoris y se me escapa su nombre entre jadeos mientras torturo un poco más mis pezones. Casi puedo verle mirándome, disfrutando su polla frotándose en mi vulva y contemplando mi vagina abrirse y cerrarse, llamándole a gritos.

Una vez más se empeña en ralentizar el momento y se aparta de mí dejándome notar mi propio placer empapándome. Se coloca a mi lado, susurra palabras cerca de mi oído animándome a no parar, me quiere ver masturbándome como tantas veces le he contado que lo hacía pensando en él. Cumplo sus deseos una vez más y brevemente casi olvido que está, sumida como me hallo en mi propio deleite.

Un dedo húmedo recorre mis labios precediendo en el juego a su lengua, a sus dientes mordisqueando e intercalándose con roces sutiles de sus labios. Me alimenta con su respiración antes de abandonarme y dejar mi boca de nuevo huérfana un momento. Me la come, la lengua se aventura acariciando con tiento y despacio ese abismo donde mis labios terminan y ella florece abriéndose para él. Pero es de nuevo un dedo el que la penetra, trae una carga dulce, algo densa, y me apresuro a hacerlo preso. Lo chupo, degusto, succiono y no puedo dejar de sonreír al sentir derretirse la crema de cacao con la que empieza a alimentarme. El juego sigue y cuando al fin libera su dedo se dedica a darme pequeños bocados de fruta, todos ellos untados de la rica crema, enrededando su boca a la mía y a la comida. Kiwi, sandía, plátano, fresa…todos mezclados con su sabor, con el mío y la espiral de excitación haciendo de las suyas por su cuenta.
Mis dedos han pasado de masturbar a acariciar porque con la omisión de la vista tengo la sensibilidad a flor de piel y el clítoris, dolorido, pide un poco de clemencia. Pero necesito el contacto con su polla y la agarro, la acaricio, se tensa cada vez más dura para mí. Comienzo a sentir vértigo.

Otro abandono. Que sea el último, pienso. Escucho un leve chupeteo de dedos y su miembro deslizarse suavemente de entre mis dedos. Espero. Por un momento me imagino en sus ojos: bien abierta de piernas, con los ojos vendados, mis manos explorando de nuevo mi cuerpo y mi sexo rezumando jugos desesperado por tener de nuevo su atención.
Le siento. Sus manos me acarician subiendo desde los pies, por el interior, y espero sentirlas en mi coño pero es un pequeño reguero frío en que noto resbalar y a continuación su lengua lamiendo esa pequeña degustación de helado. Relame el improvisado recipiente y mi espalda se arquea y mis piernas se abren aún un poco más si es que es posible. No puedo más, me está destrozando y lo sabe. Gimo, balanceo las caderas y me pego más a su boca restregándome,  sin poder pensar ya.

Me levanta las piernas agarrándome de los tobillos y me penetra despacio, dejando que sienta cada centímetro de su verga, permitiendo que también ella me saboree por fin. Los jadeos se mezclan con gemidos, me aprieto de nuevo las tetas y dejo a mi cuerpo fluir moviéndome acompañando su ritmo. Al poco me bombea llenándome por dentro, cada vez más deprisa. No quiero gritar pero siento las olas del orgasmo, arreciando, acercándose a medida que sus envestidas aceleran el golpeteo de sus testículos contra mis nalgas a la vez que mi ser se aleja.  Le escucho cada vez más lejos y dejo que el éxtasis me arrastre…


1 comentario:

  1. mmm... Qué rico!!!

    Me hiciste desear ser la protagonista de esta historia...

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