Medio
desnuda. Sólo mi quimono corto de seda, el que tanto me gusta llevar en casa, y
un pequeño tanga me cubren. Satisfecha. Saciada. Con una sonrisa de oreja a
oreja porque aún le tengo en casa, y aunque cansado, sé que todavía está listo
para algo más de este juego delicioso al que hemos estado jugando las últimas cuatro
horas. Ha llegado después de semanas sin vernos con su misma actitud de
siempre, pagado de sí mismo y con esa media sonrisa con la que parece estar
guardando un secreto, algo que sólo él decide cuándo mostrar. Siempre me
recuerda a un niño juguetón y codicioso que guarda su chocolatina favorita para
decidir quién se merece compartirla.
Lo
he dejado en la cama ronroneando, sin querer levantarse, perezoso, estirándose
como un gato, y yo he puesto música tranquila que me resulta muy sensual, con
la que a cada suave movimiento de mi cuerpo la seda me acaricia. Estoy preparando
un batido de frutas que nos reponga del esfuerzo, pero mis sentidos están tan
alerta que me olvido de lo que escucho sintiendo resbalar el zumo de los kiwis
que tengo en las manos. Empiezo a cortar en pedacitos, despacio, para alargar
la sensación del líquido resbalando entre mis dedos. Noto sus brazos alrededor
de mi cintura y por encima de mi hombro le siento mirar lo que hago, cómo juego
tocando la fruta y los regueros del zumo se deslizan bañando mi mano con
riachuelos verdes.
El
sentirlo pegado a mí me llena de nuevo de esas emociones de las que mi cuerpo
sigue bebiendo y disfrutando. La espera fue tan larga que la vibración corporal
no termina de decrecer, se mantiene a un nivel que no somos capaces de
disimular. Siento sus manos en mis caderas y su boca en mi cuello, intentando
imitar con la lengua el efecto del zumo de la fruta en mis manos. Mi respiración
se altera y siento mi boca abrirse, casi pidiendo en voz alta mientras cojo la
sandía que tengo preparada. El zumo es rojo ahora, noto el líquido entre mis
dedos, de nuevo, a la que vez que siento los suyos aflojando un poco el lazo y
abriendo lo único que me cubre. Sus brazos me rodean de nuevo, pero esta vez
cada una de sus manos se aventura hasta uno de mis pechos. Se posan, acarician,
masajean, pellizcan y por un momento dejo mi tarea, me dejo caer sobre él apenas
lo suficiente para volver a concentrarme en sentirle.
Se
pega a mí y me giro buscando su boca. Vuelve a regalarme sus besos
mordisqueando los labios y jugando un poco con su lengua. Aprovecho que está
zalamero para jugar un poco con la fruta que tengo en las manos y meto un
trocito de sandía entre nuestros labios. Los dos mordemos, hasta chupamos un
poco intentando evitar el desperdicio del zumo pero no es posible y la risa se
mezcla con las lenguas y la sandía. Me gira del todo y decide disfrutar del
trozo de fruta que aún sostengo, aunque no sabría decir si en ese instante le
gusta más la fruta o mi mano pues va lamiendo mis dedos, sujetándolos, mientras
va deshaciendo la fruta en su boca y su lengua se encarga de limpiarme
despacito, saboreando cada pequeña parcela de piel. Me ha buscado la mirada,
esa mirada que me suele hipnotizar, con la que siempre consigue ponerme algo
nerviosa, y que me reta esta vez.
Me
dejo hacer mientras su otra mano me abre más el kimono, mete un poco los dedos
por debajo de la tela y la va desplazando dejando al descubierto el pecho a la
vez que se desliza hacia abajo erizándome la piel y consiguiendo que los
pezones reaccionen. Libero mi mano y le beso, le como la boca mientras le
sujeto con fuerza la nuca y él sigue acariciando el cuerpo que ha dejado expuesto.
Siento su abrazo, piel con piel desde el pecho a los muslos. Me abre, se pega
más a mí y le siento empalmado mientras los besos van cargados de lujuria,
impaciencia. Con voz entrecortada y llena de deseo le
susurro que necesito sentirle dentro de mí pero a su lado perverso siempre le
gusta llevarme la contraria. Sin deshacer el abrazo me lleva a pasitos cortos y
con calma hacia la cama pero en cambio el ritmo se aviva, las respiraciones se
aceleran y las manos parecen volverse locas recorriendo los rincones que
empiezan a conocer. Caemos sobre la cama y me ayuda a quedarme desnuda mientras
siento su boca en mi cuello, invitándome a enloquecer un poco más. Se coloca
encima y sigo dejándome hacer, con curiosidad por sus próximos pasos…
Apoyado en la cama me besa en los labios, su
lengua baja hasta mi cuello y sigue hasta llegar a mis pechos, mis pezones,
mientras sólo su pelvis con la polla dura se apoya sobre mí. Me derrito otro
poquito más y me retuerzo débilmente debajo de él empezando a sentir dolor en
mi coño completamente excitado ya. Aprovecha para restregarse contra mí y dejar
que su sexo se empalme más.
- Espera – me dice, y yo asiento obediente.
Le veo acercarse a mi percha a descolgar uno
de mis pañuelos, el que llevaba cuando nos encontramos hace unas horas, y no
puedo evitar que mi yo más travieso deje ver una sonrisa pícara en la comisura
de mi boca. Me venda los ojos y a partir de ese instante mi mundo, privado de
uno de sus sentidos, alerta a los demás dejando que mis oídos y mi piel como
avanzadilla se abran a recibir cualquier cosa en la que se quiera recrear con
mi cuerpo.
Morcheeba sigue sonando de fondo, sus manos
me recorren, bajan despacio hasta mi vientre y con la piel estremeciéndose le
siento llegar a mis ingles. Me tortura evitando mi sexo. La cama cede un poco y
sus manos me abren. La venda no parece ser suficiente, mis ojos se cierran
reclamando a los oídos información, pero antes de que ésta llegue su aliento me
recorre por encima del tanga. Pega su nariz, me huele y me lame antes de
suspirar dejándome sentir de nuevo su aliento caliente. Me abro, me expongo, le
acaricio la cabeza, la cara, pero decido olvidarme de él. Parece disfrutar así,
sin necesidad de mi atención, mi cuerpo ya le habla por mí calando ese trozo
pequeño de tela que sigue lamiendo, arrancándome así los primeros gemidos.
Juega un poco y abandona mi coño para pedirme
al oído que no me mueva de donde estoy. Abandona mi cama y por unos instantes
sólo puedo sentir el deseo reptando por mis entrañas. Aguzo el oído intentando
adivinar qué hace y escucho sonidos de armarios en la cocina…apenas le percibo
cuando vuelve, descalzo como va. La cama me avisa de nuevo y no sé si en
realidad me relajo porque ha vuelto a mí o me tenso de manera gozosa imaginando
las mil y una cosa que me gustaría probar con él. Algunos pequeños sonidos,
casi sordos, me cuentan que me prepara algo.
Me apoya los pies en la cama quitándome el
tanga y consiguiendo que el morbo y la desazón me invadan. Siento su mirada
clavada en mí. Me acaricio las tetas jadeando, necesito más, pero no lo pido,
contengo las ganas dejándolas salir a poquitos, disfrutando cada pequeño roce
que noto de sus manos. Me pellizco los pezones y mi pelvis comienza a tener vida
propia. Siento sus piernas apoyadas en la parte interna de mis muslos, debe
haberse arrodillado y sus dedos recorren esa raja que está abierta de par en
par esperándole. Un par de ellos se detienen en mi clítoris apretando con mucha
suavidad. La punta mojada de su verga me recorre desde abajo hasta mi clítoris
y se me escapa su nombre entre jadeos mientras torturo un poco más mis pezones.
Casi puedo verle mirándome, disfrutando su polla frotándose en mi vulva y contemplando
mi vagina abrirse y cerrarse, llamándole a gritos.
Una vez más se empeña en ralentizar el
momento y se aparta de mí dejándome notar mi propio placer empapándome. Se
coloca a mi lado, susurra palabras cerca de mi oído animándome a no parar, me
quiere ver masturbándome como tantas veces le he contado que lo hacía pensando
en él. Cumplo sus deseos una vez más y brevemente casi olvido que está, sumida
como me hallo en mi propio deleite.
Un dedo húmedo recorre mis labios precediendo
en el juego a su lengua, a sus dientes mordisqueando e intercalándose con roces
sutiles de sus labios. Me alimenta con su respiración antes de abandonarme y
dejar mi boca de nuevo huérfana un momento. Me la come, la lengua se aventura
acariciando con tiento y despacio ese abismo donde mis labios terminan y ella florece
abriéndose para él. Pero es de nuevo un dedo el que la penetra, trae una carga
dulce, algo densa, y me apresuro a hacerlo preso. Lo chupo, degusto, succiono y
no puedo dejar de sonreír al sentir derretirse la crema de cacao con la que
empieza a alimentarme. El juego sigue y cuando al fin libera su dedo se dedica
a darme pequeños bocados de fruta, todos ellos untados de la rica crema, enrededando
su boca a la mía y a la comida. Kiwi, sandía, plátano, fresa…todos mezclados con su
sabor, con el mío y la espiral de excitación haciendo de las suyas por su
cuenta.
Mis dedos han pasado de masturbar a acariciar
porque con la omisión de la vista tengo la sensibilidad a flor de piel y el
clítoris, dolorido, pide un poco de clemencia. Pero necesito el contacto con su
polla y la agarro, la acaricio, se tensa cada vez más dura para mí. Comienzo a
sentir vértigo.
Otro abandono. Que sea el último, pienso.
Escucho un leve chupeteo de dedos y su miembro deslizarse suavemente de entre
mis dedos. Espero. Por un momento me imagino en sus ojos: bien abierta de
piernas, con los ojos vendados, mis manos explorando de nuevo mi cuerpo y mi
sexo rezumando jugos desesperado por tener de nuevo su atención.
Le siento. Sus manos me acarician subiendo
desde los pies, por el interior, y espero sentirlas en mi coño pero es un
pequeño reguero frío en que noto resbalar y a continuación su lengua lamiendo
esa pequeña degustación de helado. Relame el improvisado recipiente y mi
espalda se arquea y mis piernas se abren aún un poco más si es que es posible.
No puedo más, me está destrozando y lo sabe. Gimo, balanceo las caderas y me
pego más a su boca restregándome, sin
poder pensar ya.
Me levanta las piernas agarrándome de los
tobillos y me penetra despacio, dejando que sienta cada centímetro de su verga,
permitiendo que también ella me saboree por fin. Los jadeos se mezclan con
gemidos, me aprieto de nuevo las tetas y dejo a mi cuerpo fluir moviéndome acompañando
su ritmo. Al poco me bombea llenándome por dentro, cada vez más deprisa. No
quiero gritar pero siento las olas del orgasmo, arreciando, acercándose a
medida que sus envestidas aceleran el golpeteo de sus testículos contra mis
nalgas a la vez que mi ser se aleja. Le
escucho cada vez más lejos y dejo que el éxtasis me arrastre…
mmm... Qué rico!!!
ResponderEliminarMe hiciste desear ser la protagonista de esta historia...