domingo, 15 de septiembre de 2013

En clave de masaje

Noche de plan imprevisto, de última hora y, como casi todos los no planeados, estupendo. Copas, risas, amigas, amigos de amigas y entre ellos, él, Pablo. No lo conozco mucho, hemos coincidido muy pocas veces. Es de mirada dulce pero sonrisa pícara, una mezcla irresistible y peligrosa que no pensé llegar a experimentar en las distancias cortas. 
El cruce de miradas que hubo durante toda la noche fue creciendo y, cuando ya el alcohol ayudaba a desinhibirse sin esfuerzo alguno, las miradas dejaron paso también a la charla distendida y las sonrisas tontas. En la charla, al cabo de un rato, me habla de su trabajo y me ofrece una sesión gratuita, un masaje, el que yo quiera. Y claro yo, por pedir que no quede, así que me pido un completo, uno de cuerpo entero, que nunca me han dado uno. Me propuso una cita esta misma semana y me alegré porque, la verdad, apetecía volver a ver esa mirada dulce, a la que tenía que acceder levantando algo mi cabeza.

Su centro de fisioterapia y terapias naturales es en realidad un pequeño apartamento donde apenas distingo cuatro puertas al entrar. Me acompaña por una de ellas a un diminuto despacho donde me toma los datos e intento ser lo más impersonal posible porque ahora no hay alcohol que me ayude a controlar los nervios que este chico me provoca estando cerca. Pasamos a la sala donde realiza los masajes y me da una toalla pidiéndome que me prepare, que me desnude, mientras sale un momento. 


El volumen del hilo musical es suave y la música fluctúa entre el jazz y el blues. Respiro hondo. Me siento...alterada, y debo concentrarme en que me va a dar un masaje y es un profesional. Me desnudo tal y como me ha pedido y, apenas acabo de tumbarme en la camilla, tapándome como puedo con la toalla por detrás, cuando él aparece de nuevo en la habitación y tan sólo me habla un momento para preguntarme si estoy cómoda.

-          Relájate, cualquier tratamiento es más eficaz si lo recibimos relajados.
-          Vale – respondo, mientras una sonrisa me asoma a los labios.

Todo en él es pausado, sus andares, sus miradas, su calmada voz y, por supuesto, también su manera de trabajar. Me acomoda la toalla de manera que apenas me tapa el trasero. Desde los pies hasta las caderas sus manos me recorren. Untadas de aceite se deslizan acariciando mi piel, asegurándose de que toda queda bien bañada para que el trabajo sea fluido. Al principio el masaje es algo más acariciante, superficial, y luego poco a poco va presionando más, hundiendo algo más sus dedos de manera lenta. Ascienden para luego volver a descender, como si estuvieran anclados a mi piel por algún invisible artilugio y no sé cuánto tiempo pasa en esa fase porque ando algo excitada, mi piel ha despertado y mis sentidos están alerta. Siento mi boca seca y sus dedos llegar cada vez un poco más lejos. Se deleitan en estimular las plantas de mis pies, mis pantorrillas y alternan mis piernas por fuera y por dentro. Si suben por fuera se encargan de llegar a las nalgas apartando la toalla que las cubre, clavar los dedos y arribar a mis caderas invadiéndolas con ganas. Si sus manos toman el camino interno de mis muslos, entonces se acercan sin pudor a las ingles, cada vez un poco más arriba. Mis piernas deciden abrirse un poquito más y lidiar esta guerra por su cuenta, deseosas de que esas manos atraquen en el puerto que las une.

Escucho la puerta abrirse. Mi cara es un poema. Unos pasos se acercan, debe ser su socia, su compañera de trabajo, pero…

-          Pediste un masaje completo y he pensado que me vendría bien una ayuda – me dice Pablo.

Miro a la chica y le devuelvo la sonrisa. Por un momento sólo soy capaz de pensar en que habrá una espectadora para las caricias de él, algo indiscretas ya, y sólo la conozco de vista. Ahora siento cuatro manos. Cuatro manos bañadas de aceite que recorren caminos a pares y que apenas dejan que haya algún centímetro de mi piel que se sienta descuidado. Desde la palma de mis manos hasta el final de mi espalda, pasando por mi cuello, allí donde comienza el cabello, así me trabajan las manos de ella; las siento deslizarse profundamente, transitando mi piel de manera atrevida y acariciando la parte externa de mis pechos, la parte que mi postura deja accesible. Cada vez que sus manos vuelven al lateral y mi piel recibe sus roces, un pequeño destello de placer despierta entre mis piernas. Esas manos de mujer son algo más audaces y bajan más, no dejan que mis nalgas se sientan desatendidas. Me masajean y siento cómo en ese subir y bajar va abriendo y cerrando esa curva tímida tan prieta siempre.

Mi respiración se ha hecho audible y algún que otro suspiro se me va escapando. Entonces ella me susurra que me gire, ponte boca arriba, me pide, y la temperatura de mi cuerpo sube de golpe. Naturalidad, me digo. Cuando me doy la vuelta veo que Pablo tan sólo lleva ahora el vaquero, la bata ha desaparecido y a ella la veo deshaciéndose de la suya mientras yo me acomodo en la camilla boca arriba tapada únicamente por la toalla, que ahora apenas cubre unos centímetros de mi piel bajo el ombligo. Y así, ella en ropa interior y él mostrando torso continúan el masaje. Cierro los ojos por un momento, siento que me he sonrojado e intento normalizar mis sensaciones. Vano intento porque noto que me quitan la toalla que me cubría, así que abro los ojos. Ahora, además de sentir cuatro manos puedo ver esos dos cuerpos dedicándose a mí, agachándose y rozándome a veces con brazos y pechos cuando sus cuerpos se estiran. Llega un momento en que cada  uno se sitúa en un lado y les veo acercarse despacio. Se besan pero no dejan de tocarme. Mis ojos miran hipnotizados esas dos bocas que se comen sin prisa, pero mi atención se desvía porque mis tetas están siendo amasadas con ese mismo ritmo enloquecedor. Dos manos distintas, dos tactos y sensibilidades diferentes marcando su propio ritmo cada una y consiguiendo que deje de ser el mero objeto de atención para pasar a ser una parte activa más y palpar sus piernas, sus culos y lo que la distancia les permite a mis manos alcanzar.

Se miran a los ojos un instante y parecen hablar sin mediar una sola palabra. Ella se deshace del sujetador y por fin puedo ver esos pechos que me tenían intrigada. Se sitúa detrás de mi cabeza y se agacha dejando resbalar sus manos por mis costillas hasta mi vientre. Eso hace que yo tenga sus pechos a mi alcance y mi boca se lance a atrapar uno de esos pezones que penden sobre mi cara, como uvas maduras esperando ser comidas, mientras en este momento soy yo la que le acaricia el lateral de esas dos frutas que me invitan a jugar.
Esas cuatro manos rondan todas el mismo lugar, se entretienen en rodear mi centro con caricias cada vez más descaradas, sin llegar a tocarlo, pasando por mi ombligo, mis ingles, bajando alguna un poco más bajo y acariciando ese pedazo de piel donde comienza el trasero y que arrancan de mí unos gemidos cada vez más guturales y una reacción en cadena de mis piernas y cadera, incitándoles a seguir. Se deciden, se lanzan, y de nuevo siento la sensibilidad de dos manos diferentes explorándome. Mi boca suelta la presa porque necesita coger aire, jadear y mis manos la sustituyen acariciando y pellizcando el vaivén de esos pezones sobre mí.

Tiran de mí, me incorporo y me encuentro de cara con la boca de Pablo esperándome. La como, la chupo, la llevaba deseando probar desde el momento en que me abrió la puerta. Mientras tanto ella, ahora detrás de él, le está liberando esa verga empalmada que las dos estábamos esperando. Una vez que pruebo el sabor de sus labios en los míos, su lengua jugando con la mía, soy yo la que me lanzo a descubrir su cuerpo y le acaricio esa punta que está ya tan húmeda como yo. Me llevan a otra habitación donde una cama llena la estancia. Yo me acerco a besarla. Esta es otra boca que estaba deseando desde que me ha sonreído al inicio y dejo que mi cuerpo se deleite sintiendo el de ella, se deje llevar y también invadir por las manos de Pablo que me sorprenden ahora por detrás.

Tres cuerpos por explorar: tres bocas ansiosas, seis manos juguetonas, dos coños mojados y una verga empalmada. Tres respiraciones alteradas y tres lenguas que buscan. Comenzamos un baile sin pasos previos definidos donde no hay más música de fondo que nuestros jadeos, el sonido de nuestros besos y de las caricias sordas que producen ecos de gemidos ahogados. Escucho golpeteos que mi cuerpo no siente mientras otra saliva me recorre y yo toco rincones desconocidos.

15 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, espero que sea una "parte 1" porque los ojos me piden más lectura. Felicidades.No pares de escribir.
    Jacobo del Amo

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    1. Muchísimas gracias por la felicitación, Jacobo. ¡Yo estoy más que encantada de que me leáis! :D
      En principio no era una "parte 1", pero me haces pensar en ello, y por otro lado, si tus ojos te piden más lectura, quizás puedas echar un vistazo a el resto de los relatos (no sé si lo habrás hecho ya ;) )
      ¡Pásate cuando quieras por aquí porque no tengo intención de parar de escribir!

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    2. ¡ups!...."al" resto de los relatos quería decir, no "a el"...¡perdona! :)

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  2. Opino lo mismo que Jacobo del Amo, aunque creo que no somos tus lectores los que te pedimos esa "Parte 2", sino tu propio relato. Continúa, por favor!

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    1. No me había parado a escuchar al relato, igual sólo ha sido un susurro por su parte la petición de esa "parte 2"...me viene estupendamente que vosotr@s estéis atentos a cómo hablan mis relatos.
      ¡Gracias!

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  3. Me parece bastante completo... el relato. Y el masaje. A mí no me hace falta parte 2, para eso está la imaginación que tan bien has despertado.

    Todo un placer descubrirte.

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    1. ¡Encantada de que me hayas descubierto! :-D

      Espero que hayas disfrutado con la lectura del masaje y de algún otro relato, si es que ya has podido echarles un vistazo.

      Un placer.

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  4. Me encanta! Es una fantasía que tengo pendiente, un masaje sensual que.... a ver como acaba. Me ha fascinado la metáfora: "deseosas de que esas manos atraquen en el puerto que las une." Felicidades por el relato. Y que escribas muchos más :) Besos!

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  5. Muchas gracias guapa!...me alegro de que te haya gustado. :D Sigo escribiendo y espero dejaros otro prontito, que ya ha pasado demasiado tiempo! ;) Espero que me sigas leyendo. Besazo

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  6. Bueno. Veo que ya me había pasado por aquí antes. Ahora vengo del otro blog y quiero añadir que, además de esa sensualidad tan personal que tienes, escribes muy bien.

    Seguiré leyendo.

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  7. Soberbio, Erica. Una atmósfera recreada con colores y texturas. Y una sensualidad extraordinaria... Donatien.

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  8. ¡Gracias! Me hace feliz ver que os gusta lo que escribo, que os dejéis envolver con mis historias.
    Pásate cuando quieras. En breve habrá otra historia. :D

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  9. Delicioso relato...Esa prosa tan elegante y descriptiva consigue sumergirnos de lleno en.esa sala de masajes, oliendo los inciensos y escuchando la suave musica, reconozco que he llegado a sentir como se me erizaba la piel siendo acariciada por esa sensual e imaginaria pareja.

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    1. El objetivo es siempre haceros sentir, "tocaros" un poquito. El que me hagas saber que he podido sumergirte en la atmósfera de la sala de masajes y erizar tu piel, es el mayor regalo para mí.
      Mil gracias por tu tiempo y dejarme saber lo que has sentido leyéndome. Vuelve cuando quieras. ;-D

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  10. Extraordinario. Lo he leído varias veces. Y me encanta la sensualidad que despliegas. Una auténtica delicia que sinceramente me encantaría experimentar. Gracias a ti lo siento como si tal. Enhorabuena.

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