La imaginaba en la cocina con un tarro de helado en la mano y cara traviesa, lamiendo despacio una cuchara llena y dejando que se deshiciera lentamente en su lengua roja, caliente, esperando a compartir conmigo esa misma cucharada. Pero al día siguiente la situaba tímida en el portal, arrinconada en una esquina, después de un cine, una cena cargada de miradas y un par de copas, rozándome apenas con sus labios al besarme y dejándose tocar, pasiva pero sin remilgos.
"Proposición indecente" decía el
asunto del correo electrónico que me envió, con el nombre del lugar y el día
del supuesto encuentro. No acierto a describir el momento de shock que viví y
las emociones que me embargaron. Perdí la cuenta de las veces que lo releí o
que volví a comprobar que realmente no era producto de mi imaginación aquel
correo.