(AQUÍ CONTINÚA Nos Reconocimos I )
Una vez en el taxi, sin importarnos estar empapados, volvimos a enredarnos en besos y abrazos. Todo fluyó y al llegar a su casa, mojados como estábamos, me ofreció una toalla primero y luego una copa, para entrar en calor, me dijo. El sofá era grande y parecía cómodo pero no me atreví a sentarme con la ropa empapada, pero debió darse cuenta de esa mirada de reojo al mueble porque, con esa sonrisa que me ganó desde el primer instante en que apareció, se acercó y me besó con tiento.
Una vez en el taxi, sin importarnos estar empapados, volvimos a enredarnos en besos y abrazos. Todo fluyó y al llegar a su casa, mojados como estábamos, me ofreció una toalla primero y luego una copa, para entrar en calor, me dijo. El sofá era grande y parecía cómodo pero no me atreví a sentarme con la ropa empapada, pero debió darse cuenta de esa mirada de reojo al mueble porque, con esa sonrisa que me ganó desde el primer instante en que apareció, se acercó y me besó con tiento.
- Creo que a los dos nos vendría bien una ducha caliente.
Le miré sin saber muy bien si
acababa de insinuarse pero me quedé allí, inmóvil. Salió del salón, sin
reclamarme y escuché de fondo el sonido del agua así que aproveché para
acercarme al equipo de música y lo puse en funcionamiento sin ni siquiera mirar
qué había puesto. Frank Sinatra me envolvió y me dediqué a mirar más en detalle
la decoración. Observé con deleite el cuadro grande que decoraba la pared sobre
el sofá y que llamó mi atención desde que entré. Era un desnudo femenino donde
la mujer se mostraba de perfil, sentada sobre sus talones y agachada, en
posición de recoger algo, dejando sus pechos asomarse al precipicio que se extiende
bajo ellos. La cabeza estaba ladeada hacia el que mira, con sonrisa cómplice y
mirada traviesa. Así, embelesada, me halló él cuando apareció. Se situó a mi
espalda, cerquita y me susurró al oído.