viernes, 2 de mayo de 2014

La cena

Era sólo una cena y, a la vez, era mucho más. Me puse medias, liguero, era la primera vez que me atrevía a vestirlo, y dejé mi sexo al descubierto. Seguramente él me mandaría al baño a quitarme las bragas durante la cena, pero quería darle la sorpresa de no llevarlas, que supiera que, a esas alturas y después de las insinuaciones o charla que seguramente estaríamos teniendo, estaba húmeda y lista. Adelantarme, intentar sorprender a quien tiene tanto mundo corrido. El vestido se cruzaba y para él sería fácil abordar mis muslos en cualquier momento. Me excitaba la idea de no saber en qué momento el educado dejaría paso al depravado (así era como se autodenominaba). Me veía un poco más tarde, en una situación poco decente, en público, y no me reconocí...el grado de mi excitación estaba a la altura de la vergüenza. Taconazo y labios rojos...quizás demasiado rojos, pero mi parte depravada se impuso: dejarme llevar y no esconderme. Al caminar sentí cómo se rozaban no sólo mis muslos, sino también mis labios...y mi sexo sonrió complacido.


El primer encuentro fue en esa librería donde suelo ir alguna que otra vez, cuando me canso de leer en la pantalla y voy a gastarme un dinero que no me sobra para poder saborear de nuevo el placer del pasar páginas en papel.  Suelo perderme en la sección de literatura erótica durante un rato, buscando nuevas lecturas que contengan algo de trasfondo acompañando al sexo. La sensación, perdida entre las estanterías, siempre es de una cierta excitación ante la posibilidad de un nuevo flechazo con las letras. El primer roce pensé que era casual, sin premeditación, al fin y al cabo el espacio entre estanterías es demasiado pequeño para que quepan dos personas. Rozó apenas mi culo con su mano al pasar y aunque me aparté en cuanto lo noté, ya era tarde. Se fue a otro pasillo y no le di más importancia. Al rato, de nuevo absorta en el primer capítulo de una posible compra, escuché un “Perdona”, bajito, a la vez que dos manos se posaban sobre mis caderas y volví a percibir un roce en el trasero, más lento y obvio esta vez. Un respingo me sacudió y propició que sus manos me liberaran, pero el sobresalto ya se me había adherido a la piel y me giré a mirar. La situación era un poco surrealista porque realmente había poco espacio, pero también es verdad que aquel acercamiento personal no era necesario. Lo que encontré fue una sonrisa, ni lasciva ni prepotente, una simple sonrisa divertida ante mi nerviosismo; evidentemente a mí no me hacía gracia la situación, pero la realidad es que él apenas se había movido y seguía a mi lado, sólo se había molestado en separarse algo, lo justo para que los cuerpos no se rozaran. Y ahí vino lo curioso, no me sentí molesta; vi su sonrisa, su pelo canoso y algo largo, para la edad que su cara contaba, y no atiné a decir palabra. " Hola", sólo eso dijo, y el silencio que envolvió su saludo pareció darle alas a su confianza, traduciéndose en un gesto lento y decidido: me besó.

Fueron besos sin prisa, sin esperar respuesta, sujetando mi cara con sus manos y dejando que sintiera la delicadeza de la presión de sus labios. Mil pequeños pensamientos me asaltaron todos a la vez: desconocido y descarado; sitio público; calor; ternura… ¡¿Pero qué carajo estaba pasando?! Cuando mi mente apenas empezaba a reaccionar y estaba a punto de separarme, lo hizo él. Se sacó un bolígrafo del bolsillo y escribió en mi mano un número de teléfono. Absolutamente descolocada y frustrada por no haber sido capaz de decir una sola palabra, así me dejó. Cuando se me pasó el asombro por lo que acababa de ocurrir, y olvidando comprar algo, me fui a casa. Al cabo de un rato ya no me acordaba del suceso excepto si veía en mi mano la tinta de bolígrafo. Cuando vi que empezaba a borrarse decidí que lo anotaba en algún sitio más perdurable. Pasaron un par de días hasta que, después de ver el papelito vagando por distintos sitios de mi casa, me atreví a ver qué pasaba si me ponía en contacto con él. El recuerdo del beso me gustaba, esa era la verdad, y el tipo era atractivo a pesar de la edad que parecía tener…unos cuarenta y tantos, largos, o cincuenta años. Una aventura así no se presentaba a menudo y tenía curiosidad.
Tampoco dejó pasar muchos días, después de empezar a chatear, hasta que llamó por teléfono y descubrí que tenía la voz bonita. Apenas la recordaba, porque lo poco que dijo en la librería fue impersonal y casi en susurros. Apenas había  temas personales en las charlas; manejaba bien las conversaciones y las llevaba al punto que le gustaba: convencerme para vernos y seguir donde lo dejó en la librería. Era directo pero no empalagoso y siempre me dejaba buen sabor de boca hablar con él, siempre, lo que mi parte revoltosa usaba como excusa para darle alas. Las conversaciones se volvieron cada vez más calientes y comenzó a darme pelos y señales de todo lo que le gustaría hacerme. Yo me dejaba…
A pesar de que vivimos en la misma ciudad decidimos quedar a cenar en el restaurante de un hotel estupendo, por si todo salía como esperábamos.

Ya en el restaurante, saludos corteses con miradas que intentaban decirse cosas. Charla fluida, como era de esperar y pequeños roces de manos aventurándose a explorar el terreno. En un momento dado, con la conversación distendida y los cuerpos relajados, lo vi acercarse a mi cuello y sentí cómo me olía, a la vez que le escuché pedirme que me las quitara..."ya sabes qué", dijo. Me quedé seria y le dije que no. Él se quedó descolocado por un instante, "¿no?". Entonces fui yo la que agaché ligeramente la cabeza, hacia su cuello, y le susurré que no me podía quitar lo que no llevaba puesto. La sonrisa de él afloró lenta, cómplice, y mi pecho se agitó junto con su respiración. El juego de había hecho real.
En el postre él sirvió champán en las dos copas. Brindamos por la noche que teníamos por delante, bebimos y vi que él metía la mano por debajo del mantel. Al sentir el roce de la mano de él en mi muslo mi boca se abrió, con vida propia, y exhaló un suspiro. La cara de él no cambió y seguía comiendo postre, como si la otra mano, la exploradora, no estuviera haciendo nada. Pero yo la sentía acariciando el interior de mi muslo, recorriendo mi piel por encima de la media, por el borde de la liga después, y me abrí de piernas. Me recoloqué en la silla, acercándome a la mesa un poco y, con eso, los dedos de él llegaron hasta mi pubis. Pensé que debía estar roja, sentía el calor que me subía entre los muslos y éste debía reflejarse en mi cara ante el pensamiento de que alguien se diera cuenta de lo que estábamos haciendo.

Él parecía estar a lo suyo, seguía charlando, con sonrisa de medio lado, viendo que yo empezaba a no controlar mis reacciones. Sus dedos recorrían el interior de mis labios, resbalaban entre ellos, empapados ya. Bebí un poco, notaba la boca seca y era incapaz de cerrarla. Empecé a temer que los jadeos, incluso silenciosos, me delataran; me costaba controlar la respiración. Él se calló, me miraba a los ojos, observaba mi boca entreabierta y mi escote mientras dos de sus dedos buscaban penetrarme. Me recosté un poco en la silla y me abrí más para él. Ahora era más obvio, con mi postura, lo que estaba sucediendo. "¿Qué te pasa, nena?"...el muy cabrón me provocaba cuando yo sabía que su miembro debía estar completamente endurecido ya por el morbo de verme descolocada y cachonda. Aparté la mirada de él; no me molesté en contestar, y sabía que él no esperaba respuesta. Bebí un poco más de champán y me di cuenta entonces de que en la mesa más cercana, dos parejas algo más jóvenes que nosotros, nos observaban. Debían de hacerlo desde hacía un rato y había alguna cara sorprendida, pero alguna otra cargada de deseo, nada más. Me invadió una mezcla de morbo y sofoco, provocado por el pudor, que hizo que mis piernas hicieran el intento de cerrarse. Él no me dejó, sus dedos me estaban penetrando, hasta el fondo, y su mano se encajó con fuerza mientras las yemas de los dedos acariciaban sus entrañas. Me vio mirar a la otra mesa y se imaginó lo que pasaba. Se debió excitar más, porque lo vi moverse un poco en la silla, aun sin sacar sus dedos de dentro de mí. Mi respiración empezó a descontrolarse a pesar de mis intentos por disimularlo; le miré y susurré, "Para..." Él dudó un instante, sin sacar sus dedos por ello; le parecía que el juego apenas comenzaba y quería llevarme un poco más al límite. Me dijo que le gustaría que me corriera en su mano allí, en público.
Algo en mi cara le dijo que quizás era demasiado siendo la primera cena, así que sacó sus dedos, despacio; acarició los labios hinchados con ellos, mojados, y al sacar la mano de debajo de la mesa los chupó. Primero uno y luego el otro. Lo hizo mirándome a los ojos. Hacía un poco ya que no hablábamos. "Ufff...Perdona un momento", le dije, y me miró mientras caminaba hacia el baño. No le pasó desapercibido el moviendo en la mesa de al lado. En el baño limpié el hilillo de flujo que había comenzado a resbalar hacia abajo por la pierna mientras caminaba. Lo pillé justo antes de que llegara a la media, lo recogí y me chupé el dedo. Cerré los ojos, visualizándolo a él mientras se había chupado los suyos. Apreté los muslos y moví las caderas en pequeños círculos, sintiendo mi coño gemir lleno de mis fluidos. Estuve tentada de masturbarme pero preferí mantener esa excitación un poco más, dedicarle el orgasmo a él. Cuando noté que mi respiración volvía a ser normal, abrí, e iba a salir cuando me encontré a una chica bloqueando la puerta. La reconocí, era de la mesa de al lado.

Retó a mis ojos un instante y luego recorrió mi boca, mi escote y llegó a la altura de mi pelvis. Volvió a mis ojos y esperó un instante, a ver mi reacción, pero la verdad es que la sorpresa había dado paso a una punzada en el clítoris ante el repaso visual que me estaba dando. No me moví; no sabía muy bien cómo reaccionar, pero como aquella vio que no protestaba, se adelantó un paso y me besó. No era la primera vez que besaba a una chica y ésta me estaba magreando el culo a conciencia mientras me besaba. Nos comimos la boca, las lenguas bailaron, se mordieron los labios. Se notaba que ambas llevábamos calentón. Quité una mano de las que me tocaba el culo, metiéndola entre el vestido, quería que me tocara. Sentí esa mano extraña disfrutando, forzándome a abrir un poco las piernas y la escuché gemir mientras yo le agarraba los pechos. ¡Ah, cuánto tiempo sin tocar unos, y qué ganas de chuparlos!. Pasamos unos minutos así y entonces le susurré al oído, "Habitación 415, sola o acompañada..." Volví a la mesa y sentí los pasos de la otra chica volver también, detrás mí.
"Límpiate, que se nota que te han comido la boca, cielo, y el rojo es llamativo". Se le veía divertido, satisfecho. "¿Nos vamos?". "Pero... ¿y el champán?", protesté. "Tranquila, lo subirán a la habitación". Era lo bueno de haber cenado en el restaurante del hotel. Nos marchamos y, al pasar por la mesa de al lado, busqué la mirada de la chica, que no pareció darse cuenta. Entramos en el ascensor con él agarrándome por la cintura y una vez dentro, solos, me colocó contra el espejo, mirándonos en él a los ojos. Desde atrás se pegó a mi culo, para que notara su erección y me metió la mano por dentro del escote, buscando el pezón. Acercó la otra mano a la nariz y me pidió que oliera, sus dedos aún olían a mi coño. Yo le había agarrado el culo, para arrimarle a mí, y miraba hipnotizada en el espejo la mano que jugaba con mi pecho, martirizando el pezón. Gemí y sentí su boca en mi cuello. Ya en la habitación nos besamos con desespero, y comenzamos a desnudarnos pero él me frenó. "Espera a que vengan los del servicio de habitaciones, nena". Nos tocamos por encima de la ropa, como adolescentes, y pegamos nuestros cuerpos, como si pudieran las pieles traspasar la ropa. Tocaron a la puerta y él, mirándose divertido el bulto en su pantalón, a punto de reventar, me pidió que abriera. No sólo venía el champán, también fresas y chocolate.


Me serví un trago y después lo besé, con sabor a las burbujas doradas mientras le sobaba el paquete. Él me quitó el vestido y yo le dejé también en ropa interior. De nuevo mi sexo chorreaba. Me empujó contra la cama y subió mis piernas, exponiéndome, como sabía que le gustaba. "Pero qué golfa eres, cielo... ¿te has dejado tocar por otra sin mí?", "Sí" Y mis ojos le desafiaban mientras él liberaba esa verga, que parecía querer reventar de alegría por ver mi coño listo para ella. Mojó bien la punta en el sexo abierto y la deslizó hasta la entrada del ano. Me incorporé sobre los codos para no perderme nada....me acaricié los pezones. Cuando empecé a jadear se puso de rodillas y acercó su boca, dejó que notara su aliento caliente y paseó su lengua, bien abierta, desde abajo hasta el clítoris. Gemí, le pedí más, y él me lo dio. Su boca y su lengua se turnaban, saboreando ese coño que habían imaginado tantas veces. Me excitaba aún más viéndolo hacerlo y mirarme, de vez en cuando, a la cara. Me empujó más adentro en la cama y se puso de rodillas, para que pudiera verle la polla, brillante ya por el líquido preseminal. Quise incorporarme pero no me dejó, aumentó el ritmo de su lengua, metiéndola ya, mientras pellizcaba mis pezones. Los gemidos empezaron a descontrolarse y le agarré la cabeza, amarrándola a mi entrepierna. Jadeábamos. "Cabrón, me vas a matar de gusto". Mi pelvis ayudó y sentí venir el orgasmo. "¡Sigue, sigue!, le pedí, y él siguió, arrancándome el primer orgasmo cara a cara, bebiéndose mis fluidos mientras mi cuerpo se retorcía. Cuando sintió que volvía, con mi cuerpo relajado, me besó y compartió mi sabor conmigo. "Sabes deliciosa, nena, eso no me lo habías contado". Y así, con el olor a sexo que desprendían nuestros cuerpos, sin poder aguantar más, me folló. Aguantó poco, llevaba demasiado rato con la verga empalmada y comerme durante mi orgasmo había disparado su deseo. Subió de nuevo mis piernas, agarró los tobillos, y las mantuvo abiertas mientras me golpeaba con fuerza en cada embestida. Mis jadeos se unieron a sus gemidos cuando también él llegaba al clímax.

Apenas nos estábamos recuperando cuando llamaron a la puerta y nos quedamos un momento en silencio, expectantes. "Se han equivocado", dijo él. Pero yo me incorporé, lo besé y lo tumbé en la cama. "Espera...", le sonreí. Fui a abrir sin cubrirme más de lo que ya estaba cuando volvieron a llamar y, mirando un momento por la mirilla para asegurarme, por fin abrí. "Joder", escuchó él decir a otra voz masculina. Cerré la puerta y los invitados pasaron detrás de mí. "Les he invitado a unirse, ¿qué te parece?". Él seguía desnudo en la cama, como lo había dejado, y vi que su cara no era de sorpresa, sólo sonreía. "¡Qué puta eres, cómo me gusta!" Y sentí que otra mano masculina me acariciaba las nalgas mientras la otra chica, en vista de la bienvenida, siguió donde lo habíamos dejado y volvió a besarme apasionadamente.

17 comentarios:

  1. Después de leer tu relato, querida, experimento la misma sensación que se tiene al vivir un sueño. Esa vigilia que acontece cuando despiertas con los estímulos que provoca. Un lujo de sensaciones y detalles exquisitos. Extraordinario...

    Donatien.

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    1. Mil gracias. Tú conoces bien mi sueño y mi vigilia. Espero que sigas leyéndome y disfrutando de mis letras.

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    2. Ya sabes que mi deleite nunca se perdería tus letras...

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  2. Como siempre, claro, directo y excitante. Me alegra tu regreso. No llevo pistola. ;-)

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Gracias por seguir ahí, atento, y seguir dedicando tiempo a lo que escribo. ¡Muchísimas gracias! :)

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  3. jo ,como mola la imaginación y la pasión y la magia que se experimenta al leer esta lujuria de sentidos y pasiones.

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    1. Gracias por los piropos y por tu tiempo. Me alegro que hayas disfrutado. Pásate cuando quieras y lee el resto de relatos ;D

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  4. he descubierto tu blogg a través de twitter...maravilloso, elegante y muy ilustrativo...gracias

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    1. ¡Gracias a ti por esos piropos!...Me encanta saber que me descubrís y los gustan mis letras. Vuelve cuando quieras :D

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  5. Me ha gustado mucho espero que sigas escribiendo

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    1. ¡No lo dudes! Yo espero que te vuelvas a pasar por el blog y te gusten el resto de los relatos. Gracias por tu visita :)

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  6. Me gusta esta parte del espejo...
    Volveré con más calma porque me he sentido gratamente sorprendida. Lo haces muy bien.
    Besos de Pecado.

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  7. Ay PuramenteInfiel, me encanta que esta parte del espejo te haya gustado. Vuelve cuando quieras, eres más que bienvenida, y espero que el resto te gusten tanto como parece que lo ha hecho éste.
    Besos....también de pecado, que son los más ricos.

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  8. muy bien escritos tus relatos,haces que el lector..se crea ser el actor del relato,"felicidades"..sigue asi..tienes un nuevo lector..ah y gracias por escribir..

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    1. ¿Te sentiste el protagonista?...piropazo a mis letras. Muchísimas gracias por tu tiempo y tus palabras. Pásate cuando quieras de nuevo. :D

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  9. Sí. Hubo gemidos. Gemidos y jadeos. Pocas cosas te puedo decir, que ya no sepas respecto a tus letras. Gracias a ellas está a punto de suceder algo con alguien. Y todo por tus letras. ¿Sabes? Esta noche he quedado con ella y tus letras han sido las culpables. Culpables de un deseo irracional,como debe ser el dedeo. Sentirlo, no pensarlo. Al igual que con este relato que he disfrutado palabra a palabra, desplazando mi mano por el bulto de mis calzoncillos hasta creer que explotaba. Sí. Has vuelto a hacerme disfrutar. Y esta noche, tus letras aparecerán en mi cita. Ya te contaré. Quizás te dé para un relato. Mil besos en verde y rojo.

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