He tenido que
salir de casa, y malditas las ganas que tenía. Los críos de la vecina de arriba
tienen la noche tonta y mi mal humor amenazaba con desatarse hasta convertirse
en cabreo monumental. Es miércoles y, por mucho que sea verano, ni siquiera
tengo por delante la expectativa de bares llenos de gente en los que esconderme
hasta que el alcohol me ayude a coger el sueño. Hay terrazas con charlas
distendidas pero la ciudad está bastante vacía a estas alturas del mes de
agosto y a mí me apetece un sitio conocido donde sentirme cómoda. Mis pasos van
a su aire y, casi sin darme cuenta, llego a ese bar donde ni siquiera tengo que
pedir lo que quiero beber porque me conocen bien. Al entrar veo que en el
escenario, donde a veces hay actuaciones en directo, hay unos chicos preparando
altavoces e instrumentos. ¿Hay concierto hoy? Eso me confirma el camarero
cuando le pregunto y maldigo haber salido de casa de cualquier manera. La
coleta en lo alto, camiseta de esas que a la que te descuidas se bajan hasta
medio brazo y el vaquero cómodo más viejo del armario, esta no es manera de
presenciar un concierto… Da igual, me tomo una copa y me marcho.
Ando pensando
estas cosas mientras el camarero me prepara el amaretto con limón exprimido,
como me gusta. Este sitio siempre me trae recuerdos que duelen pero que,
inevitablemente, una y otra vez, me empeño en recordar al venir. Recuerdos que
se deslizan entre los hielos y que incrementan la intensidad de los
sentimientos a medida que el líquido va disminuyendo. La banda comienza a tocar
y una música de jazz suave llena el local; lo llena todo, hasta mi piel parece
estar impregnándose de ella y al poco todos esos sentimientos se desbordan en
un par de lágrimas. Aprieto los dientes, estoy cansada de llorar por él.
Vuelvo mi mirada
al escenario, respirando hondo, esperando que la distracción surta efecto y mi
pecho se calme. Si no deja de doler, al menos que yo no recuerde que duele, eso
es lo único que deseo. Al recorrer el escenario, me encuentro con una mirada,
la del saxo tenor. Ese instrumento siempre me gustó, tiene un sonido largo y
profundo, como su longitud. No le presto atención pero siento su mirada clavada
en mí, no ha sido algo casual. Le miro. Cara de chico bueno, pelo cortito, y
nada bohemio en su apariencia. ¿Qué hace un buen chico en una banda de jazz?
Pero, ¿y a mí que más me da? Sonrío de medio lado al darme cuenta de cómo
divaga mi mente rápidamente. El estar al final de la barra me permite, subida
en el taburete, recostarme contra la pared. Así que disfruto de la música y
pido otro amaretto. El local se va llenando pero, al estar medio escondida allí
detrás, no me siento incómoda por si desentono o no. Y el del saxo sigue
mirando, y la bebida sigue bajando. Comienzo a mantenerle la mirada y sus ojos
parecen sonreír; esto podría ser el inicio de un juego que me gusta y empiezo a
pensar en no dejarlo sólo en miradas.
El móvil vibra a
cada rato, pero no me apetece andar mirando quién quiere algo a estas horas más
propias de meterse en la cama que de hablar con nadie por teléfono. Hora de
meterse en la cama…curioso enlace de pensamientos. La banda hace un descanso y
los veo venir hacia la barra. Escribo en una servilleta y pido al camarero que
se la dé al del saxo: “¿Mirarme es lo único que va a hacer?”. Así, sin pensar,
o no le diría nada, me conozco. Sus ojos no dudan, me mira, y sin cambiar la
expresión de su rostro le da la vuelta a la servilleta y escribe algo. Me noto
impaciente por leer lo que ha escrito y cuando el camarero me la trae, me mira
con cara divertida pero no espera ya a devolver ningún otro recado. “Si te digo
lo que quiero hacer no esperarás al final del concierto”. Y no sé bien si es
algo en plan simpático o en plan morboso, pero lo voy a averiguar, total, no
hay ningún otro plan esperando y la noche me trae un desconocido con ganas de
jugar. Las luces vuelven a bajar de intensidad mientras los músicos vuelven a
su sitio y las conversaciones se convierten en susurros hasta ser silencio
cuando las primeras notas cortan el aire de nuevo.
Paso un rato absolutamente
fuera del mundo, sólo hay música, de la que acaricia, alguna que otra mirada y
penumbra con sabor a mi bebida favorita. Ahora me mira menos…da igual, cuando
mira la intensidad es mayor. Supongo que ambos imaginamos lo que va a pasar, al
menos yo lo hago. Y el concierto termina, y entonces sí comienzo a notar un
ligero nerviosismo por cómo vamos a encarar el siguiente paso. Una vez que
guarda su saxo le veo hablar con otro de los músicos y se encamina hacia mí. Ni
siquiera sé su nombre y me ha despertado las ganas…ésas que estaban dormidas
con otros hombres que no fueran “él”.
Viene a la barra, sonriendo un poco, y mis nervios crecen a la altura de
lo que ha subido el alcohol en el rato del concierto.
- ¿Puedo? – pregunta mientras coge la copa.
-
Claro, aunque no sé si te gustará. – pero él ya bebe casi antes de que yo termine
de hablar.
- Curiosa mezcla de sabores.
Y yo le sigo
mirando como boba, con una media sonrisa imposible de borrar de mi cara. No es
especialmente guapo pero mira de una manera que me atraviesa, y la sonrisa hace
que sus ojos se iluminen. Me tiene ganada, lo sabe, y eso en este momento me
pone.
-¿Te gusta? –digo finalmente.
- Digamos que te pega. Peculiar.
-
¿Siempre contestas así?... ¿Con evasivas? – parece que el efecto del amaretto
esta noche es: descarada.
- La verdad que no… Pero
estaba pensando que me gusta más lo que veo.
Y no dice más. Deja mi copa en la barra y aborda
la distancia que nos separa. Siento su mano en mi nuca, sus piernas entre las
mías y su labios me besan sin prisa. Al principio casi sin fuerza, rozando,
probando. La mano no me deja moverme y me agarro a sus caderas dejando que me
saboree la boca. Besa rico y mi cuerpo responde. Agarro su culo, siempre me han gustado, y tengo ganas de ver
si al tacto es tan bonito como me han contado sus pantalones. Lo agarro y él se
pega más a mí, forzándome a abrirme más de piernas. Los besos se hacen más
profundos y su mano libre recorre mi espalda hasta llegar también a mi trasero.
Cuando
se despega de mí, la respiración de los dos está alterada. Bebo un poco de mi
copa, sin apartar los ojos de él, y no sé muy bien si es una especie de reto
para los dos o simplemente el morbo de lo que parece que viene a continuación.
Vuelvo a sentir sus labios, su lengua saboreando el líquido en mi boca; sus
manos me sujetan la cara mientras me besa y ese gesto, tan poco usual en
alguien nuevo, me provoca una ternura que
dispara mi deseo. Mis manos se deslizan por su espalda, apretándole
contra mí al llegar de nuevo a su culo. Le noto pegarse y moverse contra mi
entrepierna, y al sentir su boca recorrer mi cuello, mi boca habla con voluntad
propia.
- Vámonos.
Me
besa de nuevo, de manera profunda, que no termina hasta que un gemido se me
escapa. Sin mediar palabra me coge de la mano y me saca de allí. Al llegar a la
puerta se para, esperando que sea yo la que le guíe y, por un instante, dudo de
si llevarle a mi casa. Nadie ha compartido mi cama desde que ‘él’ se marchó. Y
como si supiera que debe cortar mi proceso mental, al ver que dudo, me pega
contra la pared aprisionándome entre su cuerpo y sus brazos. Siento su paquete,
imponente, que me trae al presente en cuestión de segundos. El trayecto a mi
casa lo hacemos sin hablar, mirándonos apenas de vez en cuando, palpando las
ganas. Un desconocido. Siento un morbo que será difícil de explicar si decido
contarlo. La idea me hace sonreír.
Por
fin en mi casa, me apresuro a sobarle a manos llenas; está tan duro el abultado
pantalón que no atino a quitar mi mano de allí mientras me come la boca y
empieza a desnudarme. Le quito la camiseta y hago amago de quitarle los
pantalones, pero me quedo en el intento. Siento la pared fría del pasillo en mi
espalda, que es todo lo que de momento hemos avanzado. Mientras me afano en liberar
su miembro, él me ha levantado una pierna para abrirse camino con la otra mano.
Se le escapa un “¡joder!” junto a mi oído al tocar mis labios mojados,
recreándose en deslizar sus dedos entre ellos, introduciendo las yemas en esa
cueva deshabitada desde hace tanto. Gemimos ambos y busco su boca con ansia
liberando por fin su sexo, llenando mi mano. El tamaño es una extra, pienso con
gozo, pero mi atención vuelve a sus dedos abordándome hasta el fondo. La pierna
se aferra a él cuando mi pelvis se adelanta, absorbiendo esos dedos. Su mano se
recoloca un poco, acoplando el dedo entre los pliegues de mis nalgas y
acariciando el clítoris con el pulgar. Siento su polla en mi mano pero el ritmo
que está imponiendo la suya provoca que jadee sonoramente. Todo se llena de un
olor y sonidos que sólo mi cama ha escuchado antes. Cuanto más jadeo más sube
él el ritmo. Siento deslizarse un pequeño río desde mis entrañas, llenando su
mano, y me convulsiono apoyando la frente en su hombro, hasta que por fin lo
siento llegar. Los gemidos llenan el pasillo, y la cocina, y el salón, y mi
cuarto…y seguro que hasta el rellano y la escalera porque grito. A pesar de intentar
ahogarlos, el orgasmo que me recorre y hace temblar mis piernas, desgarra mi
garganta sin poder evitarlo.
Me
sujeta. Suelta mi pierna y, me sostiene en pie abrazando mi cintura. También su
otra mano me abandona y le veo chuparse los dedos con deleite mientras una
sonrisa, algo boba y encantada, se me escapa. Las miradas siguen hablando por
nosotros, así que cuando mis piernas responden, lo llevo al dormitorio y, una
vez allí, apenas tengo tiempo de tumbarme en la cama cuando lo tengo desnudo
encima de mí. ¡Por fin toda su piel sobre la mía!... La intensidad de las
sensaciones es tal que, al besarle, mi boca se recrea en saborear la suya
mientras se abre paso entre mis piernas y mi sexo le recibe, gozoso. Una
exclamación ahogada se me escapa cuando mis entrañan le acogen y aprecio su
tamaño, abarrotando el espacio, que se acopla rodeándolo. Mi pelvis se pega a
su cuerpo y la suya responde; mis piernas buscan sus hombros, se anclan, y sus
manos amarran mis caderas, clavando sus dedos en mi carne con cada embestida. Apoyo
las manos en la pared, detrás de mi cabeza, dejando mis pechos expuestos y
bamboleándose al compás de sus acometidas, con los pezones duros clamando
atención. Verme así, como si me estuviera exhibiendo, para un desconocido, me
dispara un poco más. Los espasmos que me provoca su polla golpeándome allí, en
mi esencia, son una delicia y cierro los ojos porque el dejarme llevar ya no es
una opción. Siento su cuerpo sudoroso vibrando con el mío; el clímax asoma, con
los gemidos convertidos de nuevo en gritos de placer, y su ritmo parece
enloquecer. La sensación es que voy a morir de gusto de un momento a otro y
cuando empiezo a perderme en esa negrura que me aleja de todo, llena solamente de
placer, le escucho lo que no sé muy bien si son gemidos o gruñidos y adivino
que también él se está perdiendo en su limbo.
Sudor.
Su cuerpo se recuesta sobre el mío y mi mente la inunda la sensación del sudor
mutuo. Nuestros pechos, aún agitados, parecen continuar la danza aunque más
calmada, pegaditos. Se me escapan unas caricias por su larga espalda y mis
pies, al final de mis encogidas piernas a su alrededor, empujan su culo hacia
mí. Suaves besos salpican mi hombro, mi cuello y por fin, mi boca.
Un
desconocido, al que apenas he escuchado hablar hasta ahora, me envuelve. Ya es
jueves, mi cama sonríe.
- Tenías cara de saber a pecado, nena. No me equivocaba.
Así que era el miércoles, el día que había que salir. Tarde, pero bueno es saberlo. :-)
ResponderEliminarMuy excitante el relato, en tu línea habitual. Has tardado en publicar, pero ha merecido la pena. Aunque siempre dejas ganas de más.
Besos.
Gracias por seguir siendo un incondicional Juanjo :D Hay temporadas que las cosas vienen algo cruzadas, parece que todo vuelve a rodar.
Eliminar¡¡Muchas gracias!! Bs.
Cuando dos se reconocen, el goce está asegurado.
ResponderEliminarNo todo el mundo sabe leer la "cara de pecado".
Saludos!!
A veces se saben leer las caras, los cuerpos, y otras simplemente es cuestión de arriesgarse :D
Eliminar¡Gracias por la lectura y por dejar el comentario! ;)
Genial me ha encantado yo creo que me has trasportado al local de jazz y lo he vivido.
ResponderEliminarcon ganas de mas pero tu ya lo sabes
Esta frase me ha encantado………
“Tenías cara de saber a pecado, nena. No me equivocaba”
Mi incondicional Ana... Me alegro muchísimo de que también éste te haya gustado y haber conseguido por unos minutos llevarte al local con la protagonista, eso es lo mejor de todo.
EliminarGracias por todo, en este caso por pasarte y dejarme el comentario, guapetona.
Bs.
Es difícil escribir relatos eróticos y no caer en lo vulgar o evidente.
ResponderEliminarRealmente eres buena. Deberías plantearte publicar un libro.
Un abrazo
Ay Yenny, bien sabes tú lo mucho que se agradecen ciertos comentarios cuando además se conoce a quien los emite. El libro está en mi mente y ha decidido salir. Tiempo al tiempo :)
EliminarUn abrazo enorme
Fantástico...como siempre una delicia...leerte y disfrutarlo...me alegra que las cosas vayan rodando...
ResponderEliminarPerdona por tardar tanto en responderte Blanca, hacía mucho que veía estos comentarios. ¡Cómo me gusta saber que durante unos minutos os he hecho disfrutar! Gracias encanto. Un beso
EliminarEstoy de acuerdo con Yenni, este relato es sensible y erótico. Muy bueno :)
ResponderEliminarSaludos,
A.
Perdón... "Yenny", no "Yenni" (encima que me tomo confianzas...)
EliminarTe agradezco muchísimo que te hayas pasado y te haya gustado ;-D Muchísimas gracias. Espero que no sea el único que leas.
EliminarUna buena manera de acabar la noche. Con un sugerente, elegante, excitante y encantador cuento. Enhorabuena por el relato y las descripciones. Me parecen muy buenas. Hasta creí escuchar en el bar el "Cheek to cheek" de la gran Billie Holiday. Aparte de irme con una "gran sensación" a la cama. Saludos.
ResponderEliminarBienvenido Isma, un verdadero placer que te pases. ¿Entonces viniste al bar conmigo?... ;-D Muchas gracias por el comentario, de veras. Un besazo
EliminarBienhallado. Si hubiera estado en el bar me hubiera adelantado al saxo tenor y no hubiera habido relato. Gracias a tí.
EliminarA mi entender, el relato no tiene nada de especial.
ResponderEliminarSaludos.
Sr. .... mmmm Anónimo? Se puso usted las gafas de cerca? Sin acritud. Saludos.
EliminarTodas las opiniones son respetables. Gracias igualmente por tu tiempo.
EliminarUn saludo.
Grandioso, encantado. No pares Erica, chau
ResponderEliminarErica, eres distinta y al leerte disfruto, sigue con tu inspiración, gracias.
ResponderEliminarQue podía hacer para que me siguieras en twitter
Erica, eres distinta y al leerte disfruto, sigue con tu inspiración, gracias.
ResponderEliminarQue podía hacer para que me siguieras en twitter