viernes, 19 de septiembre de 2014

Miércoles Noche

He tenido que salir de casa, y malditas las ganas que tenía. Los críos de la vecina de arriba tienen la noche tonta y mi mal humor amenazaba con desatarse hasta convertirse en cabreo monumental. Es miércoles y, por mucho que sea verano, ni siquiera tengo por delante la expectativa de bares llenos de gente en los que esconderme hasta que el alcohol me ayude a coger el sueño. Hay terrazas con charlas distendidas pero la ciudad está bastante vacía a estas alturas del mes de agosto y a mí me apetece un sitio conocido donde sentirme cómoda. Mis pasos van a su aire y, casi sin darme cuenta, llego a ese bar donde ni siquiera tengo que pedir lo que quiero beber porque me conocen bien. Al entrar veo que en el escenario, donde a veces hay actuaciones en directo, hay unos chicos preparando altavoces e instrumentos. ¿Hay concierto hoy? Eso me confirma el camarero cuando le pregunto y maldigo haber salido de casa de cualquier manera. La coleta en lo alto, camiseta de esas que a la que te descuidas se bajan hasta medio brazo y el vaquero cómodo más viejo del armario, esta no es manera de presenciar un concierto… Da igual, me tomo una copa y me marcho.

Ando pensando estas cosas mientras el camarero me prepara el amaretto con limón exprimido, como me gusta. Este sitio siempre me trae recuerdos que duelen pero que, inevitablemente, una y otra vez, me empeño en recordar al venir. Recuerdos que se deslizan entre los hielos y que incrementan la intensidad de los sentimientos a medida que el líquido va disminuyendo. La banda comienza a tocar y una música de jazz suave llena el local; lo llena todo, hasta mi piel parece estar impregnándose de ella y al poco todos esos sentimientos se desbordan en un par de lágrimas. Aprieto los dientes, estoy cansada de llorar por él.

Vuelvo mi mirada al escenario, respirando hondo, esperando que la distracción surta efecto y mi pecho se calme. Si no deja de doler, al menos que yo no recuerde que duele, eso es lo único que deseo. Al recorrer el escenario, me encuentro con una mirada, la del saxo tenor. Ese instrumento siempre me gustó, tiene un sonido largo y profundo, como su longitud. No le presto atención pero siento su mirada clavada en mí, no ha sido algo casual. Le miro. Cara de chico bueno, pelo cortito, y nada bohemio en su apariencia. ¿Qué hace un buen chico en una banda de jazz? Pero, ¿y a mí que más me da? Sonrío de medio lado al darme cuenta de cómo divaga mi mente rápidamente. El estar al final de la barra me permite, subida en el taburete, recostarme contra la pared. Así que disfruto de la música y pido otro amaretto. El local se va llenando pero, al estar medio escondida allí detrás, no me siento incómoda por si desentono o no. Y el del saxo sigue mirando, y la bebida sigue bajando. Comienzo a mantenerle la mirada y sus ojos parecen sonreír; esto podría ser el inicio de un juego que me gusta y empiezo a pensar en no dejarlo sólo en miradas.


El móvil vibra a cada rato, pero no me apetece andar mirando quién quiere algo a estas horas más propias de meterse en la cama que de hablar con nadie por teléfono. Hora de meterse en la cama…curioso enlace de pensamientos. La banda hace un descanso y los veo venir hacia la barra. Escribo en una servilleta y pido al camarero que se la dé al del saxo: “¿Mirarme es lo único que va a hacer?”. Así, sin pensar, o no le diría nada, me conozco. Sus ojos no dudan, me mira, y sin cambiar la expresión de su rostro le da la vuelta a la servilleta y escribe algo. Me noto impaciente por leer lo que ha escrito y cuando el camarero me la trae, me mira con cara divertida pero no espera ya a devolver ningún otro recado. “Si te digo lo que quiero hacer no esperarás al final del concierto”. Y no sé bien si es algo en plan simpático o en plan morboso, pero lo voy a averiguar, total, no hay ningún otro plan esperando y la noche me trae un desconocido con ganas de jugar. Las luces vuelven a bajar de intensidad mientras los músicos vuelven a su sitio y las conversaciones se convierten en susurros hasta ser silencio cuando las primeras notas cortan el aire de nuevo.

Paso un rato absolutamente fuera del mundo, sólo hay música, de la que acaricia, alguna que otra mirada y penumbra con sabor a mi bebida favorita. Ahora me mira menos…da igual, cuando mira la intensidad es mayor. Supongo que ambos imaginamos lo que va a pasar, al menos yo lo hago. Y el concierto termina, y entonces sí comienzo a notar un ligero nerviosismo por cómo vamos a encarar el siguiente paso. Una vez que guarda su saxo le veo hablar con otro de los músicos y se encamina hacia mí. Ni siquiera sé su nombre y me ha despertado las ganas…ésas que estaban dormidas con otros hombres que no fueran “él”.  Viene a la barra, sonriendo un poco, y mis nervios crecen a la altura de lo que ha subido el alcohol en el rato del concierto.

            - ¿Puedo? – pregunta mientras coge la copa.
- Claro, aunque no sé si te gustará. – pero él ya bebe casi antes de que yo termine de hablar.
            - Curiosa mezcla de sabores.

Y yo le sigo mirando como boba, con una media sonrisa imposible de borrar de mi cara. No es especialmente guapo pero mira de una manera que me atraviesa, y la sonrisa hace que sus ojos se iluminen. Me tiene ganada, lo sabe, y eso en este momento me pone.

            -¿Te gusta? –digo finalmente.
            - Digamos que te pega. Peculiar.
- ¿Siempre contestas así?... ¿Con evasivas? – parece que el efecto del amaretto esta noche es: descarada.
            - La verdad que no… Pero estaba pensando que me gusta más lo que veo.

Y no dice más. Deja mi copa en la barra y aborda la distancia que nos separa. Siento su mano en mi nuca, sus piernas entre las mías y su labios me besan sin prisa. Al principio casi sin fuerza, rozando, probando. La mano no me deja moverme y me agarro a sus caderas dejando que me saboree la boca. Besa rico y mi cuerpo responde. Agarro su culo,  siempre me han gustado, y tengo ganas de ver si al tacto es tan bonito como me han contado sus pantalones. Lo agarro y él se pega más a mí, forzándome a abrirme más de piernas. Los besos se hacen más profundos y su mano libre recorre mi espalda hasta llegar también a mi trasero.
Cuando se despega de mí, la respiración de los dos está alterada. Bebo un poco de mi copa, sin apartar los ojos de él, y no sé muy bien si es una especie de reto para los dos o simplemente el morbo de lo que parece que viene a continuación. Vuelvo a sentir sus labios, su lengua saboreando el líquido en mi boca; sus manos me sujetan la cara mientras me besa y ese gesto, tan poco usual en alguien nuevo, me provoca una ternura que  dispara mi deseo. Mis manos se deslizan por su espalda, apretándole contra mí al llegar de nuevo a su culo. Le noto pegarse y moverse contra mi entrepierna, y al sentir su boca recorrer mi cuello, mi boca habla con voluntad propia.

            - Vámonos.

Me besa de nuevo, de manera profunda, que no termina hasta que un gemido se me escapa. Sin mediar palabra me coge de la mano y me saca de allí. Al llegar a la puerta se para, esperando que sea yo la que le guíe y, por un instante, dudo de si llevarle a mi casa. Nadie ha compartido mi cama desde que ‘él’ se marchó. Y como si supiera que debe cortar mi proceso mental, al ver que dudo, me pega contra la pared aprisionándome entre su cuerpo y sus brazos. Siento su paquete, imponente, que me trae al presente en cuestión de segundos. El trayecto a mi casa lo hacemos sin hablar, mirándonos apenas de vez en cuando, palpando las ganas. Un desconocido. Siento un morbo que será difícil de explicar si decido contarlo. La idea me hace sonreír.

Por fin en mi casa, me apresuro a sobarle a manos llenas; está tan duro el abultado pantalón que no atino a quitar mi mano de allí mientras me come la boca y empieza a desnudarme. Le quito la camiseta y hago amago de quitarle los pantalones, pero me quedo en el intento. Siento la pared fría del pasillo en mi espalda, que es todo lo que de momento hemos avanzado. Mientras me afano en liberar su miembro, él me ha levantado una pierna para abrirse camino con la otra mano. Se le escapa un “¡joder!” junto a mi oído al tocar mis labios mojados, recreándose en deslizar sus dedos entre ellos, introduciendo las yemas en esa cueva deshabitada desde hace tanto. Gemimos ambos y busco su boca con ansia liberando por fin su sexo, llenando mi mano. El tamaño es una extra, pienso con gozo, pero mi atención vuelve a sus dedos abordándome hasta el fondo. La pierna se aferra a él cuando mi pelvis se adelanta, absorbiendo esos dedos. Su mano se recoloca un poco, acoplando el dedo entre los pliegues de mis nalgas y acariciando el clítoris con el pulgar. Siento su polla en mi mano pero el ritmo que está imponiendo la suya provoca que jadee sonoramente. Todo se llena de un olor y sonidos que sólo mi cama ha escuchado antes. Cuanto más jadeo más sube él el ritmo. Siento deslizarse un pequeño río desde mis entrañas, llenando su mano, y me convulsiono apoyando la frente en su hombro, hasta que por fin lo siento llegar. Los gemidos llenan el pasillo, y la cocina, y el salón, y mi cuarto…y seguro que hasta el rellano y la escalera porque grito. A pesar de intentar ahogarlos, el orgasmo que me recorre y hace temblar mis piernas, desgarra mi garganta sin poder evitarlo.

Me sujeta. Suelta mi pierna y, me sostiene en pie abrazando mi cintura. También su otra mano me abandona y le veo chuparse los dedos con deleite mientras una sonrisa, algo boba y encantada, se me escapa. Las miradas siguen hablando por nosotros, así que cuando mis piernas responden, lo llevo al dormitorio y, una vez allí, apenas tengo tiempo de tumbarme en la cama cuando lo tengo desnudo encima de mí. ¡Por fin toda su piel sobre la mía!... La intensidad de las sensaciones es tal que, al besarle, mi boca se recrea en saborear la suya mientras se abre paso entre mis piernas y mi sexo le recibe, gozoso. Una exclamación ahogada se me escapa cuando mis entrañan le acogen y aprecio su tamaño, abarrotando el espacio, que se acopla rodeándolo. Mi pelvis se pega a su cuerpo y la suya responde; mis piernas buscan sus hombros, se anclan, y sus manos amarran mis caderas, clavando sus dedos en mi carne con cada embestida. Apoyo las manos en la pared, detrás de mi cabeza, dejando mis pechos expuestos y bamboleándose al compás de sus acometidas, con los pezones duros clamando atención. Verme así, como si me estuviera exhibiendo, para un desconocido, me dispara un poco más. Los espasmos que me provoca su polla golpeándome allí, en mi esencia, son una delicia y cierro los ojos porque el dejarme llevar ya no es una opción. Siento su cuerpo sudoroso vibrando con el mío; el clímax asoma, con los gemidos convertidos de nuevo en gritos de placer, y su ritmo parece enloquecer. La sensación es que voy a morir de gusto de un momento a otro y cuando empiezo a perderme en esa negrura que me aleja de todo, llena solamente de placer, le escucho lo que no sé muy bien si son gemidos o gruñidos y adivino que también él se está perdiendo en su limbo.


Sudor. Su cuerpo se recuesta sobre el mío y mi mente la inunda la sensación del sudor mutuo. Nuestros pechos, aún agitados, parecen continuar la danza aunque más calmada, pegaditos. Se me escapan unas caricias por su larga espalda y mis pies, al final de mis encogidas piernas a su alrededor, empujan su culo hacia mí. Suaves besos salpican mi hombro, mi cuello y por fin, mi boca.
Un desconocido, al que apenas he escuchado hablar hasta ahora, me envuelve. Ya es jueves, mi cama sonríe.
-   Tenías cara de saber a pecado, nena. No me equivocaba.

22 comentarios:

  1. Así que era el miércoles, el día que había que salir. Tarde, pero bueno es saberlo. :-)

    Muy excitante el relato, en tu línea habitual. Has tardado en publicar, pero ha merecido la pena. Aunque siempre dejas ganas de más.

    Besos.

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    1. Gracias por seguir siendo un incondicional Juanjo :D Hay temporadas que las cosas vienen algo cruzadas, parece que todo vuelve a rodar.
      ¡¡Muchas gracias!! Bs.

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  2. Cuando dos se reconocen, el goce está asegurado.
    No todo el mundo sabe leer la "cara de pecado".
    Saludos!!

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    1. A veces se saben leer las caras, los cuerpos, y otras simplemente es cuestión de arriesgarse :D

      ¡Gracias por la lectura y por dejar el comentario! ;)

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  3. Genial me ha encantado yo creo que me has trasportado al local de jazz y lo he vivido.
    con ganas de mas pero tu ya lo sabes
    Esta frase me ha encantado………
    “Tenías cara de saber a pecado, nena. No me equivocaba”

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    1. Mi incondicional Ana... Me alegro muchísimo de que también éste te haya gustado y haber conseguido por unos minutos llevarte al local con la protagonista, eso es lo mejor de todo.
      Gracias por todo, en este caso por pasarte y dejarme el comentario, guapetona.
      Bs.

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  4. Es difícil escribir relatos eróticos y no caer en lo vulgar o evidente.
    Realmente eres buena. Deberías plantearte publicar un libro.
    Un abrazo

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    1. Ay Yenny, bien sabes tú lo mucho que se agradecen ciertos comentarios cuando además se conoce a quien los emite. El libro está en mi mente y ha decidido salir. Tiempo al tiempo :)
      Un abrazo enorme

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  5. Fantástico...como siempre una delicia...leerte y disfrutarlo...me alegra que las cosas vayan rodando...

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    1. Perdona por tardar tanto en responderte Blanca, hacía mucho que veía estos comentarios. ¡Cómo me gusta saber que durante unos minutos os he hecho disfrutar! Gracias encanto. Un beso

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  6. Estoy de acuerdo con Yenni, este relato es sensible y erótico. Muy bueno :)
    Saludos,
    A.

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    1. Perdón... "Yenny", no "Yenni" (encima que me tomo confianzas...)

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    2. Te agradezco muchísimo que te hayas pasado y te haya gustado ;-D Muchísimas gracias. Espero que no sea el único que leas.

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  7. Una buena manera de acabar la noche. Con un sugerente, elegante, excitante y encantador cuento. Enhorabuena por el relato y las descripciones. Me parecen muy buenas. Hasta creí escuchar en el bar el "Cheek to cheek" de la gran Billie Holiday. Aparte de irme con una "gran sensación" a la cama. Saludos.

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    1. Bienvenido Isma, un verdadero placer que te pases. ¿Entonces viniste al bar conmigo?... ;-D Muchas gracias por el comentario, de veras. Un besazo

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    2. Bienhallado. Si hubiera estado en el bar me hubiera adelantado al saxo tenor y no hubiera habido relato. Gracias a tí.

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  8. A mi entender, el relato no tiene nada de especial.
    Saludos.

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    1. Sr. .... mmmm Anónimo? Se puso usted las gafas de cerca? Sin acritud. Saludos.

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    2. Todas las opiniones son respetables. Gracias igualmente por tu tiempo.
      Un saludo.

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  9. Grandioso, encantado. No pares Erica, chau

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  10. Erica, eres distinta y al leerte disfruto, sigue con tu inspiración, gracias.
    Que podía hacer para que me siguieras en twitter

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  11. Erica, eres distinta y al leerte disfruto, sigue con tu inspiración, gracias.
    Que podía hacer para que me siguieras en twitter

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