(AQUÍ CONTINÚA Cena Casera I )
Llevaba cinco días bastante enferma, un virus de esos que se había aferrado a mí y no había manera de quitármelo de encima. El médico tuvo que venir a casa. Entre la medicación, la diarrea y las pocas ganas de comer, me encontraba muy débil. La fiebre de los dos primeros días había desaparecido pero apenas salía de la cama. Marcos me llamaba más de una vez al día y, el segundo, me dijo que se pasaría a verme pero en ese momento estaban con los preparativos de la boda y entre eso y el trabajo…en fin, no se pasó.
Llevaba cinco días bastante enferma, un virus de esos que se había aferrado a mí y no había manera de quitármelo de encima. El médico tuvo que venir a casa. Entre la medicación, la diarrea y las pocas ganas de comer, me encontraba muy débil. La fiebre de los dos primeros días había desaparecido pero apenas salía de la cama. Marcos me llamaba más de una vez al día y, el segundo, me dijo que se pasaría a verme pero en ese momento estaban con los preparativos de la boda y entre eso y el trabajo…en fin, no se pasó.
Ya estaba acostumbrada a no
tener a mi familia en la ciudad, pero encontrándome tan mal echaba especialmente
de menos tener a Marcos por la casa. Después de esos cinco días en cama, y ya
sin fiebre, empezaba a notarme sucia, con el pelo y la piel oliendo a enfermedad.
Me estaba planteando levantarme pero no sabía muy bien si comenzar por la
cocina y comer algo o el baño y sentir el agua de la ducha, cuando escuché la
llave en la puerta…Marcos, sólo él tenía llave.
Durante un instante un
sentimiento de rencor, por no haber venido antes, se mezcló con el de
agradecimiento. Escuché cacharros en la cocina y, por fin, sus pasos acercándose
al dormitorio.
- Hola
preciosa. Ya sé que dije que vendría antes pero…bueno, ya sabes.
- Ya… - y
sonreí, ¡porque estaba tan contenta de que hubiera venido!
Debió verme muy mala cara
porque se le escapó una caricia, retirando el cabello de mi cara, que no era
propia entre nosotros. Era de esas que evitábamos. Salió de la habitación sin
decir nada más y escuché el agua corriendo en el cuarto de baño. Al momento escucho
música, Maniac de Flashdance llena el piso y mi sonrisa llena mi cara. Hace
tiempo me grabó un CD con música de esa que sabe que me pone las pilas, para
los ratos tontos de bajuna que tienes, me dijo, y esta canción la coló varias
veces. Hice el intento de levantarme de la cama pero me costaba, tenía los músculos
completamente agotados. Entró en ese momento y me ayudó, me sujetó, casi iba en
volandas a pesar de apoyarme en su hombro. Me llevaba agarrada de la cintura,
pegada a él y en ese momento sólo fui consciente de su mano en mi costado. Me
llevó al baño y vi que hacía amago de quitarme la camiseta que me ha acompañado
casi una semana y le frené.
- ¿Qué haces?
- Te vas a dar un baño.
- Vale, pero tú sal…
- Qué boba eres, ¡si hemos hecho topless juntos!… - y
salió del baño con esa jodida media sonrisa suya que me gusta tanto.
Al poco, ya dentro de la
bañera, cuando mis músculos se relajaban agradecidos con el agua caliente y la
espuma, apareció de nuevo.
- Joder, Marcos, sal por favor, no tengo fuerzas para decírtelo
más veces… - y lo dije sin pensar, de corrido, sin ser siquiera consciente de
cuánto le decía.
Por un momento sólo me miró,
sólo a los ojos, pero lo sentí como si pudiera verme desnuda a través de la
espuma.
- Te he traído caldo, aunque no lo creas he cocinado para
ti, estoy preocupado. Pero no me fío de ti, sé lo mala enferma que eres y
bastante culpable me siento ya por no haber venido antes a verte… Me gustaría
poder cuidarte pero, en fin, ya sabes…así que te vas tomar este caldo delante
de mí, ahora.
Y su voz no admitía discusión.
Y lo había cocinado él. Y se disculpaba por no poder cuidarme. Y yo deseé que
dejara el caldo a un lado y me lavara el cuerpo, y el pelo. Deseé como nunca
sentir sus manos, esas que había mirado y remirado mil veces: tomando apuntes,
abriendo el bote de tomate con que íbamos a acompañar la pasta o haciendo
dibujos en la arena dibujando el nombre de Marina…esas manos que siempre sentí
prohibidas. Pero sólo bebí el caldo y él, más tranquilo con ello, se sentó en
el borde de la bañera a contarme la última salida con amigos comunes para
hacerme reír un poco. Cuando acabé el caldo me cogió el bol de las manos y lo
vi coger el champú.
- No, por favor, déjame a mí. – Y de nuevo, durante unos
segundos el cruce de miradas creó un silencio cargado de demasiadas razones
para no hacerme caso.
Salió y respiré, a la vez
que una voz dentro de mí me gritaba idiota, un idiota tan mayúsculo que sólo la
música y el frotarme la piel y el cabello con fuerza consiguieron rebajar un
poco la mala leche. Cuando terminé intenté salir de la bañera, pero realmente
tenía los músculos mal y me dije que, ¿porqué no?, ¿porqué no dejar de ser tan idiota? Y le llamé.
- ¿Me ayudas a salir? Me cuesta demasiado, lo siento…
- ¿Que lo sientes? – y su carcajada retumbó en el
pequeño baño y me sentí tonta, y encantada, como una niña pequeña que consigue
un regalo tonto cuando no lo espera. – Ven aquí…
Cogió una toalla con una
mano y con la otra tiró de mí, y entonces, allí de pie, esperando a que me
tapara con la toalla, de nuevo hubo ese cruce de miradas. Otra vez. Marcos estaba
con la toalla abierta y en el breve lapso de tiempo que pasó entre que la abrió y que yo
salía de la bañera, apoyándome en sus hombros, lo vi mirarme. Me recorrió el
cuerpo, y me estremecí. Marcos… Me enrolló en la toalla y se quedó abrazándome.
- Estás bien. Vas a estar bien, y no me voy a ningún
sitio, sigo aquí.
Me habló bajito, con su
boca pegada a mi cuello y ese instante que no debió de durar ni un minuto de
reloj, lo atesoro en mi memoria, tan vívido, que si me concentro un momento en él,
aún se me pone la piel de gallina. Cuando me soltó salió del baño, me vestí con
el pijama limpio que me había traído y al escucharme por el pasillo, vino a
arroparme a la cama. Charlamos un rato, luego se marchó y aunque me siguió llamando a diario
hasta que estuve completamente bien, nunca volvimos a hablar de aquel rato, de
aquellas miradas ni de aquel abrazo.
Y aquí estoy ahora, en su salón, intentando que
me baje el sofocón que traigo en el cuerpo por verle parcialmente desnudo, como
si fuera la primera vez, como si nunca hubiera ido a una playa con él.
(CONTINUARÁ....)
muy buena continuación, tendremos que esperar mucho para el resto?
ResponderEliminarNo, espero poder poneros hoy mismo la tercera parte. Gracias por leerme! ;-D
ResponderEliminarNo nos puedes dejar así. Cuélgalo ya, ea!
ResponderEliminarComo viste, no tardé mucho, Isma...¡espero que la tercera parte no te haya defraudado! ;-D Besos
EliminarTan buena como la primera parte. El listón para la tercera está realmente alto, pero imagino que las 3 partes no compiten entre sí, sino que conforman un gran equipo :)
ResponderEliminarSergio
¿Competir entre ellas?...nunca ^^ Gracias por estar :*
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