Cena en su casa. Llevo una
botella de vino que me pidió que no trajera; el traerme sólo a mí misma me
parecía, no poco, pero sí algo desconsiderado. Esta situación es nueva. Es
viernes, el último de enero, y con las bajas temperaturas de estas fechas, el
frío atempera un poco mi cuerpo; un leve hormigueo me recorre entera, entonando
la temperatura corporal más de lo que me gustaría. Es Marcos, lo sé, pero
justamente por eso, porque esto ya no es como cuando quedábamos a comer pizza y
ver una peli.
Marcos y yo nos conocimos
el último año de carrera, hace unos años ya, a través de un amigo común, y al
poco tiempo éramos íntimos. Desde el principio hubo una complicidad que iba más
allá de plantearse nada físico; sí, existió una tensión sexual, pero ambos la
ignoramos, especialmente por respeto a Marina, su novia entonces y su mujer
después. Él estaba enamorado hasta las trancas y aunque a mí siempre me gustó
mucho, lo que me aportaba como amigo pesó más que la hipótesis de un algo.
Le sentía tan cercano a
veces que cruzar la línea hubiera sido muy fácil, al fin y al cabo hemos pasado
años siendo confidentes: dos historias que no hicieron mucha pupa, por mi
parte, y su boda. Ahí pensé que nos distanciaríamos y no me equivoqué. Una cosa
es la intención y otra, el día a día y las malinterpretaciones posibles en las
nuevas circunstancias. Durante un tiempo seguimos quedando pero ya no se
quedaba a dormir en casa si se pasaba con el alcohol, pedía un taxi. Al poco
tiempo me devolvió las llaves de mi casa, su mujer se lo exigió; a pesar de
conocerme desde siempre y saber la relación especial que nos unía…o quizás por
eso. Nuestra relación dejó de ser lo que siempre había sido a efectos
prácticos, empezamos a vernos menos y yo comencé a notar el hueco en mi vida
que él antes llenaba. Pasado un tiempo, cuando nos veíamos yo me sentía
extraña. No era un desconocido pero en las cafeterías donde quedábamos,
rodeados de extraños, percibía un Marcos que nunca había visto y que yo
comparaba, irremediablemente, con ése en el que yo apoyaba mi cabeza después de
llorar, contándole lo que fuera que me tuviera triste ese mes.
Siempre amigos, siempre
esas miradas de entendernos sin hablar, esas que en las películas se empeñan en
recrear, no con acierto a veces. Al cabo de poco más de un año de la boda,
llegó su divorcio.
Ya hemos quedado varias
veces a solas de nuevo, pero no ha sido ni en su casa ni en la mía, así que
esto hace que la cita sea especial. Es diferente, la tensión sexual no resuelta
durante años ha pasado a un primer plano y el calentón en el coche, al
acompañarme a casa, ha sido inevitable pero no hemos llegado aún a más. Como
adolescentes. Nuestras manos han ido cogiendo confianza y cada vez han
explorado un poco más. Tenía ganas de un encuentro así, un poco más cercano
porque, la verdad, me sigue gustando (más de lo que yo creía si escucho a este
cosquilleo).
Es la primera vez que vengo
al piso que compró tras el divorcio. Llamo, abre, y en el ascensor soy incapaz
de quitarme la sonrisa boba que se instala en mi cara. En el espejo me veo un
brillo especial en los ojos y es que lo que yo le he preparado es un escote de
vértigo y un tacón más que respetable, el que me permite no caerme a pesar de
los centímetros ganados. Llevar este vestido ya muestra que este encuentro es
diferente; yo, que adoro la comodidad, a costa a veces de la sensualidad, como él
bien sabe, le sorprenderá. Cuando llego a la puerta del piso la encuentro
entornada, así que toco con los nudillos y escucho un “entra”. El recibidor
forma parte de un salón-comedor diáfano, con pocos muebles, que me recibe a
media luz y con música de fondo que no conozco. Es una voz masculina, con
fuerza, que acaricia y llena la estancia.
-¿Quién canta? No lo conozco.
-Andrés Suarez. Me han regalado el CD y estamos
conociéndonos. Ven, estoy en la cocina.- me dice él, y tras quitarme el abrigo
me dirijo a donde veo que la luz se hace más intensa, al otro lado del pequeño
pasillo.
Voy con mi botella,
sonriente, y un poco más nerviosa que al llegar, pero me freno en la puerta de
la cocina. No llego a entrar.
Cocina desnudo, descalzo y
con un delantal de esos de peto, moviéndose con soltura entre los fogones en
una cocina grande pero acogedora. El olor a salsa de queso inunda la estancia.
Aquí se escucha de lejos la música y el chup-chup del agua comenzando a hervir,
lista para la pasta, da un cierto ritmo de fondo al momento. Me mira y esa
sonrisa enorme, que siempre hace brillar sus ojos, me estremece… ¿o tiene parte
de culpa ese culo respingón que le veo de perfil? No sé si reír, pero es que el
nudo del estómago ha subido a la garganta y el hormigueo se ha concentrado en
mi pelvis. Sin decir palabra, a cuenta de la cara que debo tener en este
momento, se acerca y coge la botella de mis manos (que no ha caído al suelo de
milagro).
- Al final
has traído vino. Muchas gracias – y me besa dulce en la mejilla.- Espero que te
guste el recibimiento…¿huele bien?
- Huele muy, muy bien. Lo del recibimiento aún estoy
procesándolo…
Se le escapa una carcajada
sonora que fuerza a su cabeza a echarse hacia atrás y me muestra su cuello y su
nuez, tentadores. Joder, esa risa… ¿Es que hoy todo me parece más sexy de lo
habitual en él? No sé si más o menos que otras veces porque, por un instante,
dejo de pensar y ahí es cuando se da la vuelta para seguir con la cena y veo el
culo en todo su esplendor. Al menos, de momento, el delantal se mantiene por
delante en su sitio.
Sin contestarle, me voy de
la cocina. Vuelvo al salón, necesito distraerme un momento con algo y respirar.
Nunca le había visto desnudo, nunca. Ni siquiera aquella vez en que tan cerca
estuvimos de traspasar los límites que nosotros mismos habíamos puesto.
(CONTINUARÁ...)
Tentador y adictivo, a ver como és la segunda parte
ResponderEliminarQué bien empieza!!!
ResponderEliminarSu lectura me trae recuerdos, olores y sensaciones personales que no vienen al caso.
Me gusta mucho lo que sale de la cabeza de Erika y como lo plasma en la pantalla.
Sergio
Gracias por decirme, y sobre todo que traiga recuerdos y olores ;)) Un besazo
EliminarYa perdí la cuenta de las veces que lo he leído, pero seguiré haciéndolo ;) a por la segunda parte otra vez. :*
ResponderEliminarY yo que me perdí este comentario... Mil gracias por todas las veces que hayas pasado y por compartir conmigo que te ha gustado ;D Un abrazo enorme
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