domingo, 1 de marzo de 2015

Cena Casera I

Cena en su casa. Llevo una botella de vino que me pidió que no trajera; el traerme sólo a mí misma me parecía, no poco, pero sí algo desconsiderado. Esta situación es nueva. Es viernes, el último de enero, y con las bajas temperaturas de estas fechas, el frío atempera un poco mi cuerpo; un leve hormigueo me recorre entera, entonando la temperatura corporal más de lo que me gustaría. Es Marcos, lo sé, pero justamente por eso, porque esto ya no es como cuando quedábamos a comer pizza y ver una peli.
Marcos y yo nos conocimos el último año de carrera, hace unos años ya, a través de un amigo común, y al poco tiempo éramos íntimos. Desde el principio hubo una complicidad que iba más allá de plantearse nada físico; sí, existió una tensión sexual, pero ambos la ignoramos, especialmente por respeto a Marina, su novia entonces y su mujer después. Él estaba enamorado hasta las trancas y aunque a mí siempre me gustó mucho, lo que me aportaba como amigo pesó más que la hipótesis de un algo.

Le sentía tan cercano a veces que cruzar la línea hubiera sido muy fácil, al fin y al cabo hemos pasado años siendo confidentes: dos historias que no hicieron mucha pupa, por mi parte, y su boda. Ahí pensé que nos distanciaríamos y no me equivoqué. Una cosa es la intención y otra, el día a día y las malinterpretaciones posibles en las nuevas circunstancias. Durante un tiempo seguimos quedando pero ya no se quedaba a dormir en casa si se pasaba con el alcohol, pedía un taxi. Al poco tiempo me devolvió las llaves de mi casa, su mujer se lo exigió; a pesar de conocerme desde siempre y saber la relación especial que nos unía…o quizás por eso. Nuestra relación dejó de ser lo que siempre había sido a efectos prácticos, empezamos a vernos menos y yo comencé a notar el hueco en mi vida que él antes llenaba. Pasado un tiempo, cuando nos veíamos yo me sentía extraña. No era un desconocido pero en las cafeterías donde quedábamos, rodeados de extraños, percibía un Marcos que nunca había visto y que yo comparaba, irremediablemente, con ése en el que yo apoyaba mi cabeza después de llorar, contándole lo que fuera que me tuviera triste ese mes.
Siempre amigos, siempre esas miradas de entendernos sin hablar, esas que en las películas se empeñan en recrear, no con acierto a veces. Al cabo de poco más de un año de la boda, llegó su divorcio.

Ya hemos quedado varias veces a solas de nuevo, pero no ha sido ni en su casa ni en la mía, así que esto hace que la cita sea especial. Es diferente, la tensión sexual no resuelta durante años ha pasado a un primer plano y el calentón en el coche, al acompañarme a casa, ha sido inevitable pero no hemos llegado aún a más. Como adolescentes. Nuestras manos han ido cogiendo confianza y cada vez han explorado un poco más. Tenía ganas de un encuentro así, un poco más cercano porque, la verdad, me sigue gustando (más de lo que yo creía si escucho a este cosquilleo).

Es la primera vez que vengo al piso que compró tras el divorcio. Llamo, abre, y en el ascensor soy incapaz de quitarme la sonrisa boba que se instala en mi cara. En el espejo me veo un brillo especial en los ojos y es que lo que yo le he preparado es un escote de vértigo y un tacón más que respetable, el que me permite no caerme a pesar de los centímetros ganados. Llevar este vestido ya muestra que este encuentro es diferente; yo, que adoro la comodidad, a costa a veces de la sensualidad, como él bien sabe, le sorprenderá. Cuando llego a la puerta del piso la encuentro entornada, así que toco con los nudillos y escucho un “entra”. El recibidor forma parte de un salón-comedor diáfano, con pocos muebles, que me recibe a media luz y con música de fondo que no conozco. Es una voz masculina, con fuerza, que acaricia y llena la estancia.

            -¿Quién canta? No lo conozco.
            -Andrés Suarez. Me han regalado el CD y estamos conociéndonos. Ven, estoy en la cocina.- me dice él, y tras quitarme el abrigo me dirijo a donde veo que la luz se hace más intensa, al otro lado del pequeño pasillo.

Voy con mi botella, sonriente, y un poco más nerviosa que al llegar, pero me freno en la puerta de la cocina. No llego a entrar.
Cocina desnudo, descalzo y con un delantal de esos de peto, moviéndose con soltura entre los fogones en una cocina grande pero acogedora. El olor a salsa de queso inunda la estancia. Aquí se escucha de lejos la música y el chup-chup del agua comenzando a hervir, lista para la pasta, da un cierto ritmo de fondo al momento. Me mira y esa sonrisa enorme, que siempre hace brillar sus ojos, me estremece… ¿o tiene parte de culpa ese culo respingón que le veo de perfil? No sé si reír, pero es que el nudo del estómago ha subido a la garganta y el hormigueo se ha concentrado en mi pelvis. Sin decir palabra, a cuenta de la cara que debo tener en este momento, se acerca y coge la botella de mis manos (que no ha caído al suelo de milagro).
- Al final has traído vino. Muchas gracias – y me besa dulce en la mejilla.- Espero que te guste el recibimiento…¿huele bien?
            - Huele muy, muy bien. Lo del recibimiento aún estoy procesándolo…
Se le escapa una carcajada sonora que fuerza a su cabeza a echarse hacia atrás y me muestra su cuello y su nuez, tentadores. Joder, esa risa… ¿Es que hoy todo me parece más sexy de lo habitual en él? No sé si más o menos que otras veces porque, por un instante, dejo de pensar y ahí es cuando se da la vuelta para seguir con la cena y veo el culo en todo su esplendor. Al menos, de momento, el delantal se mantiene por delante en su sitio.


Sin contestarle, me voy de la cocina. Vuelvo al salón, necesito distraerme un momento con algo y respirar. Nunca le había visto desnudo, nunca. Ni siquiera aquella vez en que tan cerca estuvimos de traspasar los límites que nosotros mismos habíamos puesto. 
                                                                                                                                 (CONTINUARÁ...)

5 comentarios:

  1. Tentador y adictivo, a ver como és la segunda parte

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  2. Qué bien empieza!!!
    Su lectura me trae recuerdos, olores y sensaciones personales que no vienen al caso.
    Me gusta mucho lo que sale de la cabeza de Erika y como lo plasma en la pantalla.
    Sergio

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    1. Gracias por decirme, y sobre todo que traiga recuerdos y olores ;)) Un besazo

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  3. Ya perdí la cuenta de las veces que lo he leído, pero seguiré haciéndolo ;) a por la segunda parte otra vez. :*

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    1. Y yo que me perdí este comentario... Mil gracias por todas las veces que hayas pasado y por compartir conmigo que te ha gustado ;D Un abrazo enorme

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