(AQUÍ CONTINÚA Cena Casera II )
Miro la música que hay más a mano entre los CDs y veo a Sade, mi adorada Sade, y cambio la música, casi pidiendo disculpas al tal Andrés Suarez, que suena muy bien, por cierto. Parece que su idea de darme de cenar iba más allá de preparar comida y, la verdad, mi sexo le está mostrando a mis bragas lo contento que está por ello. Dejo que la música de Sade me relaje; parada, de pie, con los ojos cerrados y dejando mi cuerpo balancearse apenas, como un junco con la brisa.
Miro la música que hay más a mano entre los CDs y veo a Sade, mi adorada Sade, y cambio la música, casi pidiendo disculpas al tal Andrés Suarez, que suena muy bien, por cierto. Parece que su idea de darme de cenar iba más allá de preparar comida y, la verdad, mi sexo le está mostrando a mis bragas lo contento que está por ello. Dejo que la música de Sade me relaje; parada, de pie, con los ojos cerrados y dejando mi cuerpo balancearse apenas, como un junco con la brisa.
Doy un pequeño respingo al
sentir las manos en mis caderas y su cuerpo pegado, moviéndose al compás. Sus
pies descalzos le han permitido venir sin anunciarse. Sé que si alargo un poco
mis manos hacia atrás tocaré sus muslos, desnudos, pero me concentro en
sentirle mientras somos uno en el movimiento. Sus manos se mueven, me acarician
el vientre y suben, audaces, en busca de esos montes que esperan con ansia ser
alcanzados. Muevo un poco mis caderas, dejando que sienta mi trasero. Se pega
más a mí. La boca se abre paso hasta llegar a mi cuello, aún entre el cabello,
y su aliento caliente me roza. Aparto a un lado el cabello y su lengua, entre
los labios, me recorre desde el hombro hasta detrás de la oreja. Amasa mis
pechos por encima de la ropa.